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Cuadernos Melanie Klein 5-6, Sept.-Mar. 2015

 

 

LOS AVATARES DE DESHILVANAR UNA MADEJA…

REFLEXIONES TRAS UNA PUBLICACIÓN SOBRE IGOR A. CARUSO

(PARTE 2)

 

 

CYNTHIA DEL CASTILLO

 

 

 

El subrayado en negritas me pertenece igualmente: “IFAS”…

 

Otro punto sumamente llamativo es este apelativo (IFAS), del que echan mano para referirse –me parece– únicamente en mi caso. Curiosa y singular manera de referirse a la Formación Psicoanalítica que imparte el CPM. El nombre completo de tales iníciales es: Instituto de Formación Armando Suárez. Apelativo que no escuché durante los más de cuatro años y medio que estuve ahí. Se le llama “Formación Analítica” del CPM. Hasta la fecha no conozco a nadie, de las más de veintitantas generaciones que somos, que se diga salido del IFAS. Tampoco conocí a nadie de los miembros activos o la mesa directiva que nombrara así a la formación. De hecho, al término de la formación, lo único que entrega el CPM –si se solicita– es una constancia, misma que yo pedí y esta no presenta a la propia institución ni a la formación con ese nombre.

 

Cito la carta nuevamente, donde se dirigen directamente a Rodolfo Álvarez del Castillo:

Pero lo que más ha llamado nuestra atención y extrañamiento, es saber que tú eras el encargado de revisar el material que apareció en Cartapsi No. 20 y no propusiste ningún matiz sobre dicha calumnia. Por lo contrario, con tu silencio, se entendió que te adheriste a ella, dando libre vía a lo que consideramos un maltrato inmerecido a la institución.

 

Nuevamente el subrayado y las negritas en la carta me pertenecen. Retomemos el contenido de la carta: Es decir que se le expulsa por no censurar mi artículo, a la vez, por su parte queda asentado por escrito que: 1) Los cuestionamientos que ahí se hacen son calumnias y maltratos. 2) Que en el artículo se sospecha sobre su silencio. 3) Lo que implica que guardan un secreto… Supuestas interpretaciones que, desde su punto de vista, sus miembros tienen la obligación de señalar y matizar… A estas interpretaciones efectivamente no me adhiero, simplemente porque no estoy de acuerdo que mi escrito verse sobre ello.

 

Hay que suponer una instancia […] que, en vez de tiranizar al yo, le sirva a la vez de recurso y de factor de crítica y de renovación. (Roustang, F. 1989, p. 263.)

 

Y de nuevo echamos mano de las interlocuciones de Perrés (2000), porque sus palabras continúan aportando un análisis teórico de los eventos sucedidos, que toman mayor peso habiendo tenido él un lugar principal en el CPM. Lo leemos en una nota al pie donde presenta cuestionamientos pertinentes para este caso:

 

La producción de los formandos o de los jóvenes profesionales en el campo, sigue de manera asombrosa los lineamientos trazados por los maestros que lideran la institución, produciéndose un extraño efecto en dicha producción institucional: la casi total homogeneidad de los discursos. Pareciera que desde la cúspide de la pirámide institucional se estuviera ‘dictando’ en forma velada qué es lo pensable y lo investigable en cada momento […] Todo ello torna casi predecibles los nuevos ensayos que se producen, que habitualmente no exceden los márgenes delimitados por los líderes reconocidos de ese grupo. ¿Estaremos realmente ante un mecanismo de poder institucional? De ser así ¿Cuáles son sus modalidades? ¿Se trata de un modo de coerción voluntario y premeditado o de un sutil mecanismo institucional que puede llegar a ser invisible incluso para todos sus actores? p. 42. [El subrayado en negritas me pertenece].

 

Más adelante, Perrés cita a Balint, M. a su vez citado por Karl Fallend:

Pienso que el panorama que sigue va a ser bastante negro, deprimente […] hemos devenido una especie de institución establecida. Y toda institución establecida apuesta a la seguridad […] no puede permitir ningún pensamiento revolucionario, ninguna experiencia levantisca porque esto sacaría de su marco al establishment […] difícil que haya lugar para la originalidad. Y todo pensamiento original debe primero dar pruebas […] de que no es un traidor. p. 78. [El subrayado en negritas me pertenece].

 

El proceso de elaboración del escrito “Igor Caruso y una madeja de mitos y novelas en el psicoanálisis institucional”, los diferentes momentos a los que tal proceso me fue llevando, tanto de reflexión y análisis personal como de articulación con la teoría, la historia y mi propia  implicación  como  analista  me llevaron a plasmar y a cuestionar-me sobre cómo: el tener noticia de un suceso de tal índole, desconocido primero, nos toma por sorpresa y después, resignifica el lugar y el recuerdo de –Igor Caruso en este caso–, un sujeto que está vinculado a una serie de personas e instituciones  que repentinamente lo miran distinto.

 

Esto puede colocar a todo implicado en un terreno incierto y visiblemente afectado por este trastrocamiento de su pasado… No es la primera ni será la última vez que alguien o algo resulta no ser exactamente lo que se pensaba, y de ahí es que me parece pertinente replantearse la vinculación afectiva que existía singular y pluralmente con “ese” o “eso” que, por ser tan familiar y admirado, antaño se le había colocado –metafóricamente hablando– flamante y decorosamente enmarcado en la repisa de honor, junto a los demás estandartes de inauguración de la “casa” permaneciendo ahí durante décadas, como un recuerdo honorable, querido y después hasta olvidado, ya empolvado, pero ocupando todavía un lugar en el estante, compartido con otros, con los que permanecía lado a lado por su preponderancia… Y repentinamente resulta que el sujeto de la imagen de  “ese” retrato conlleva algo ominoso… Y el retrato se cae de la repisa de honor ¿O es bruscamente retirado?... Estrellándose con todo marco y vidrio, quedando retirado de aquel “display” de “honorables”… “Igor Caruso, profeta desterrado y mártir de la esperanza” 3 Tal cual…

 

Sin embargo, eso no quita que, “pizarra mágica” mediante, a pesar de ser quitado “físicamente” de la repisa, su larga permanencia haya dejado marcas de polvo y surcos en la madera de aquel estante donde por décadas estuvo colocado, huellas que no salen ni con el mejor “Quitamanchas”… Y tal movimiento no es sin dificultad ni duelo, como nos lo recuerda el mismo Freud con maestría.

 

¿En qué consiste el trabajo que el duelo opera? […] El examen de la realidad ha mostrado que el objeto amado ya no existe más, y de él emana ahora la exhortación de quitar toda la libido de sus enlaces con ese objeto. A ello se opone una comprensible renuencia; universalmente se observa que el hombre no abandona de buen grado una posición libidinal, ni aun cuando un sustituto ya se asoma. Esa renuencia puede alcanzar tal intensidad que produzca un extrañamiento de la realidad y una retención del objeto por vía de una psicosis alucinatoria de deseo. Lo normal es que prevalezca el acatamiento de la realidad. Pero la orden que esta imparte no puede cumplirse enseguida. Se ejecuta pieza por pieza con un gran gasto de tiempo y de energía de investidura, y entretanto la existencia del objeto continúa en lo psíquico. Cada uno de los recuerdos y cada una de las expectativas en la que la libido se anudaba al objeto son clausurados, sobreinvestidos y en ellos se consuma el desasimiento de la libido ¿Por qué esta operación de compromiso, que es el ejecutar pieza por pieza la orden de la realidad resulta tan dolorosa? (Freud, S. 1917 [1915] p. 242-3.)

 

Y lo anterior nos lleva de la mano al siguiente tema, trabajado también desde Freud:

Tomen cualquier periódico político y hallarán que en ciertos lugares el texto ha sido suprimido y en su remplazo resplandece la blancura del papel. Ustedes saben que es obra de la censura de prensa. En esos lugares que quedaron vacíos había algo desagradable para el alto comité de censura, y por eso se lo extirpó. Ustedes opinan que es una lástima, habrá sido sin duda lo más interesante, era ‘el mejor pasaje’. (Freud, S. 1916, p. 127.)

 

Me parece inevitable pensar en la: propuesta-acusación-motivo de expulsión que se le hace a Álvarez del Castillo en la carta que le manda el CPM, debido a que –afortunadamente para mi persona– jamás me propuso censura ni matización alguna, y pienso en otros eventos que se suceden tras la publicación de mi artículo, de los que hablaré más adelante.

 

Y ahora, traigo aquí uno de los planteamientos puntuales del anterior artículo publicado: se me figura, como propuse entonces, que –tras una noticia y/o suceso traumático– se requiere que pase el tiempo, que transcurran las generaciones, para que ya no llegue tan de cerca y entonces comenzar a intentar aproximaciones. Hay que meterse al desván (que rima con diván), donde generalmente está oscuro, da miedo y solamente las arañas y las ratas conviven entre tantas cosas arrumbadas, no así inexistentes ni desaparecidas, sino almacenadas en el olvido, cubiertas con la pátina del tiempo.

 

Hasta que algún día, por alguna razón alguien se adentra por allí, en busca de esos retratos, cartas y objetos olvidados, que pueden estar rotos, incompletos y en desintegración. Presenta gran dificultad encontrar, tocar y mirar, caminar por ahí y tomar noticia de cuestiones que –a pesar de estar en el oscuro desván– resulta que implicaron e implican todavía a las otras habitaciones y habitantes de la “casa”.

 

La historia no es el pasado. La historia es el pasado historizado en el presente, historizado en el presente porque ha sido vivido en el pasado […] Que el sujeto reviva, rememore, en el sentido intuitivo de la palabra, los acontecimientos formadores de su existencia, no es en sí tan importante. Lo que cuenta es lo que reconstruye de ellos. (Lacan, J. 1953-4, p. 27-28.) [El subrayado en negritas me pertenece].

 

Remarcando que: toda distancia sea guardada, en cada evento traumático –personal o comunitario– hay “tejido desgarrado”, toda guerra, conflicto y querella que ha vivido la humanidad deja heridas en el cuerpo, en el psiquismo y en la historia. Las heridas sangran, duelen y vulneran.

 

Esto lo sabía Marx […] cuando subrayaba que el recuerdo de las generaciones pasadas pesa mucho en la conciencia de los vivos, indicaba también ese modo particular de lo imaginario que es el pasado vivido como presente, los fantasmas más poderosos que los hombres de carne y hueso, lo muerto que recoge a lo vivo, como le gustaba decir. (Castoriadis, C. 1975, p. 212.)

 

Mi artículo efectivamente cuestiona el tiempo transcurrido sin que el CPM diera parte de forma institucional de lo que les fue dicho, también señala el cambio en su página de internet donde en aquel entonces se muda la forma de dar cuenta de Caruso.

 

Actualmente hay de nuevo modificaciones recientes a tal página, donde ahora se le llama a Caruso un “referente institucional” y se habla de la pertenencia “inicial” del CPM a los Círculos de Psicología Profunda, pero se le descoloca del anterior lugar que tenía como fundador, cuando contaba incluso con una sección dedicada a él exclusivamente, en la página que circulaba previo a saberse de su paso por Spiegelgrund. Esta versión anterior puede leerse en el artículo de Álvarez del Castillo “Notas acerca de la eutanasia nazi, Igor A. Caruso y la institución psicoanalítica” (en este libro), habiendo sido escrita –curiosamente–, en aquel entonces, por el citado psicoanalista. Ahora, en cambio, se lee:

 

En sus inicios el CPM fue miembro de la Federación de Círculos de Psicología Profunda fundada por Igor Alexander Caruso. Éste analista italo–ruso, fue una referencia fundacional del CPM, pero ciertamente no es considerado como uno de sus fundadores, ya que como se ha adelantado, la lectura y la referencia a Freud fue una de las columnas centrales. www.cpmac.net [la puesta en itálicas, en negritas y el subrayado me pertenecen, no así el cambio de letra: una referencia fundacional, el cual forma parte del texto original].

 

… Esta pertenencia a la Federación de Círculos de Psicología Profunda, asumida por voluntad tanto de los dos fundadores que se formaron en Viena [con Caruso], como de los Círculos Confederados, es importante subrayar, que no implicó dependencia administrativa ni doctrinal alguna, garantizando en cambio la autonomía de cada Círculo en cuanto a los programas y a sus orientaciones, así como la de sus miembros. Fue un vínculo de solidaridad con otros psicoanalistas comprometidos en la misma tarea crítica de la que dieron testimonio Armando Suárez y Raúl Páramo co-fundadores del Círculo Psicoanalítico Mexicano y ha sido hasta la fecha una parte importante de la expresión de nuestra vocación plural. [El subrayado en negritas y el contenido entre corchetes me pertenecen].

 

Si se retoma nuevamente la constancia que se puede solicitar al terminar la formación en el CPM, lo que éste entrega y la manera en que el Círculo se nombra institucionalmente, a sí mismo, es:

 

El Círculo Mexicano Psicoanalítico A.C. miembro de la Federación de Círculos de Psicología Profunda con sede en Viena, Austria, hace constar que [Fulanito de tal] cursó y acreditó estudios correspondientes al PROGRAMA DE FORMACIÓN EN PSICOANÁLISIS INDIVIDUAL, durante el período Agosto [Año]-Agosto [Año], perteneciente a la generación [XX]. [El subrayado en negritas, itálicas y el contenido entre corchetes me pertenecen].

 

… Todos estos amarres y desamarres me resultan llamativos. Es justo en estos aspectos puntuales, que no considero minucias, por donde se cuelan las incongruencias y por donde se muestra la dificultad para dar cuenta del lugar de Caruso –y del alcance de “eso” hasta hoy–. Por una parte, en la página de internet del CPM, ahora ya se escribe tal cual que Caruso “no” fue una referencia fundacional… Por otro lado, a aquellos que –ahora se les ratifica y se les consideran fundadores– se especifica que su formación fue en Viena impartida nada menos que por Caruso, y esto no es en absoluto casual, ellos lo eligieron y viajaron específicamente para estar, formarse y analizarse con él… Y a todo ello se le agrega esta mención ambigua a la pertenencia a la Federación de Círculos de Psicología Profunda, Federación fundada por… Caruso… Aclaremos que tal Federación ya ni siquiera existe, y esto de tiempo atrás, por ello, a todas luces me resulta extrañísimo que: En la única constancia formal, que la institución entrega a sus egresados, aquella donde avala que les otorgó un programa de formación, dada en hojas membretadas y firmadas por la presidenta y el secretario de la mesa directiva en turno, está impreso al inicio de la carta que son miembros de tal Federación…

 

Por una parte y en un lugar dicen que ya no son parte de ella, y por otra dan fe de esa pertenencia en presente, misma que parece les da autorización y soporte…

 

El mito psicoanalítico. Esta lectura está orientada, no tanto a criticarlo, sino más bien a medir la amplitud de la realidad con la que se enfrenta, y a la cual brinda una respuesta, mítica. (Lacan, J. 1953-4, p. 33.)

 

En el primer escrito realizado por mi persona sobre Caruso, se busca hablar de la dificultad que implica meterse a ese desván, caminar por ahí, sacudir el polvo, estirar la mano y re-tomar cierto objeto para re-conocerlo y reconocer qué sucede con uno al hacer esto y que sucede con los otros que nos acompañan en tal recorrido, qué sucede cuando dirigimos la mirada al objeto y luego nos miramos entre nosotros después…

 

Considero muy peculiar cómo, el cuestionar a una institución se puede vivir como calumniar a la misma, maltratarla, lo cual es a la vez complejo ya que la institución no es un ser vivo –como tal– ¿Quiénes son los que la integran y se sintieron maltratados y traicionados entonces?... Los que actúan en consecuencia.

 

¿Y por qué tal cuestionamiento sólo puede darse desde ciertos lugares, por boca de ciertas personas y bajo ciertos parámetros? Me parece que no se puede maltratar a un objeto “virtual”, los conflictos se dan entre las personas que transitan en la institución.

 

Llamativas me resultan ahora las palabras en un escrito del “Padre Fundador” de pluma del propio González (2001): “De ahí en adelante tiende a instaurarse un sacro temor a no tocar lo que se considera la esencia institucional –que se tiende a confundir con el cuerpo simbólico y material de los fundadores–, para que éstos la administren y protejan de los “asaltos” de los que llegan después. Efecto de intocabilidad que va más allá de la simple propiedad, y que atañe al de precedencia y propiedad. Esta intocabilidad es muy difícil de dilucidar, ya que la representación fundador, al encarnarse en la institución de una manera sacralizada, convoca simultáneamente a todos los fantasmas de trasgresión y, consecuentemente, a los temores –y, a veces, terrores– que suscitan” p. 7

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