top of page

 

Noviembre, 2013

 

 

Martín Manzanares: En este sentido no sé si podríamos estructurar su narración en cuatro tiempos que son los que me interesan que serían: su formación como analista, el contexto en el que vive su formación como analista. Sé que es médico y después se incorpora al análisis, ¿cuáles son las razones del exilio?, ¿cómo es su llegada a México? Fernando M. González dice que hay una serie de disputas de las cuales no se habla tanto, pero dice que hay una serie de choques entre los mismos grupos argentinos que pertenecen a diferentes corrientes, y por el otro lado que también hay una especie de xenofobia entre los mexicanos, y el último momento que sería el de la caída de la dictadura y la decisión de quedarse en México.

 

Braunstein: Sí, podrían tomarse reparos cronológicos. Yo nací en 1941, comencé a actuar en política y entré a la Facultad de Medicina de la Universidad de Córdoba en 1955, a los 14 años de edad. Empecé a trabajar en actividades relacionadas con la psicología clínica y la psiquiatría en 1959; tenía dieciocho años. Me recibí de médico a los veinte; desde entonces era docente (como ayudante alumno) de la Facultad de Medicina en mi Universidad; terminé mi tesis de doctorado y me titulé como doctor en medicina y cirugía en 1966, cuando tenía veinticinco años. Participé en actividades de psicología clínica en un equipo de psicopatología que funcionaba en la cátedra de Patología Médica en el Hospital de Clínicas de la Facultad de Medicina de Córdoba y asistía a cursos de psicopatología en la Escuela de Psicología. En ese equipo manteníamos una posición congruente con lo que en aquel tiempo se consideraba como de izquierda en el campo de la psiquiatría y de la psicología clínica; era más bien de orientación reflexológica, la reflexología pavloviana que venía, ciertamente, de la Unión Soviética y era la corriente que influía en la formación práctica y teórica. Rápidamente fui tomando distancia de eso y ya en 1964 publiqué un primer trabajo (a los veintitrés años) de crítica a la reflexología. Fue entonces cuando comencé a estudiar, primero de manera teórica, psicoanálisis, leyendo detenidamente a Freud. Poco después los integrantes del equipo formamos un grupo, un Centro de Estudios Psicoanalíticos en Córdoba desde el cual invitábamos a maestros que venían de Buenos Aires para que nos enseñasen psicoanálisis y epistemología, teoría y práctica del psicoanálisis y supervisasen nuestro trabajo clínico. Esos analistas eran elementos críticos (desde la izquierda) en sus propias asociaciones y se integraban a movimientos políticos de resistencia a las dictaduras que se sucedían en la Argentina. Por aquel entonces apareció el sintagma “trabajadores de la salud mental”, que unificaba a todos los “psi”. Estamos hablando de la segunda mitad de los años 60, con los acontecimientos consiguientes en el nivel mundial, los movimientos del 68 cuyo epicentro estuvo en París. En Córdoba estalló en el 69 un movimiento de rebelión contra la dictadura de Onganía que se conoció con el nombre de “cordobazo” en el que resulté con heridas ligeras, persecución, fichaje y breve detención policial. Debo decir también que en 1970 un bombazo destruyó mi consultorio y el del colega que fue mi maestro y mi primer analista, el director de mi tesis de doctorado que, además, de enseñarme, había venido a instalarse conmigo, el doctor Paulino Moscovich, director de ese equipo de psicopatología del Hospital. Con él trabajaba también mi esposa, Frida Saal y un amplio grupo de recordados compañeros.

 

Manzanares: ¿Tenía que ver el contexto en el que se desarrolló? Porque en Córdoba había sido siempre el movimiento estudiantil, en el 32 mucho antes.

 

Braunstein: Bueno, muchísimo antes. En 1917, en Córdoba, se produjo el primer movimiento por la autonomía universitaria en América Latina. Entre los que animaron ese movimiento figuraba Gregorio Berman, un psiquiatra que se aproximó a las posiciones del psicoanálisis, que luego combatió en las Brigadas Internacionales en la guerra civil española, creó y fundó un hospital psiquiátrico privado en las afueras de la ciudad de Córdoba; fue allí donde yo hice mis primeras prácticas con las psicosis y lo tuve como maestro, como mentor; era una persona muy prestigiosa y un hombre de extraordinaria integridad cuyos dos hijos se dedicaron al psicoanálisis: Silvia y Claudio Berman. Discípulo de él fue también mi maestro y primer psicoanalista, de quien ya hablé, Paulino Moscovich. Él también trabajaba en la clínica del doctor Berman y tenía su consultorio en el centro de la ciudad, en el mismo edificio que Gregorio Berman. Yo instalé mi consultorio a unas cuatro cuadras del consultorio de Berman y Moscovich, sobre la misma calle. Posteriormente Moscovich se trasladó al consultorio conmigo y con Frida Saal. Participábamos juntos en ese Centro de estudios Psicoanalíticos, invitamos a personas muy reconocidas; Marie Langer, Gervasio Paz, Rafael Paz, Raúl Sciarretta, discípulo de Althusser –tengo los libros de todas las andanzas que se publicaron en esos años en mi biblioteca y los conservo como documentos para mí importantes. Mimi Langer publicó un primer volumen Cuestionamos 1, también anda por ahí y luego en el segundo volumen de Cuestionamos (1973) ya se publicó un trabajo firmado por mí y por Marcelo Pasternac sobre las premisas ideológicas de la investigación psiquiátrica.

 

Manzanares: ¿Juan Carlos Plá?

 

Braunstein: En Cuestionamos 1 no estaba Plá pero sí en Cuestionamos 2. (B. Se levanta para buscar bibliografía y me alcanza un pequeño volumen verde: –Esta fue de mis primeras publicaciones en el campo psicológico, es de 1968 [Editorial Universitaria de Córdoba]; este es el primer libro de los integrantes del equipo de psicopatología, previamente había aparecido el artículo de Pasado y Presente de 1964 del que le hablé, que debe andar por aquí. … ¡Aquí está!).

 

Manzanares: ¿Ésta es la crítica a Pavlov?

 

Braunstein: Sí, ese texto todavía está muy influido por el pavlovismo al que critica. El librito que le mostré y que publicamos en 1968 está centrado en una “teoría de los niveles de integración” que más tarde devendría y se haría famosa como teoría de los sistemas. (B. sigue buscando en la biblioteca: –A ver qué textos tenemos de esas épocas de la prehistoria). Mi tesis de doctorado del año 66 fue sobre la hipocondría (“El síndrome hipocondríaco. Un método para su estudio y evaluación”); tenía veinticinco años entonces y por supuesto que hoy no la publicaría ni haría mención de ella por estar tan lejos de lo que pienso ahora. Veamos qué más. Por ejemplo, en el 65 en estos “Annales médico-psychologiques” en Francia (me enseña una revista en francés) salió una reseña de un trabajo mío donde se lo menciona como “un texto fundamental para todos los aspirantes a experimentadores” refiriéndose a un trabajo que publiqué en Acta psiquiátrica y psicológica de América Latina en el 64. Tenía 23 años cuando escribí eso. Después salió este volumen que es un libro sobre enfermedades del corazón –todo esto es de la prehistoria- “sobre los problemas psiquiátricos y psicológicos en las enfermedades isquémicas del corazón”, porque en aquel tiempo yo trabajaba en la cátedra de medicina interna pero ya en esa cátedra, además de enseñar clínica médica, me ocupaba de esos temas.

 

Manzanares: ¿Y en qué momento viene el giro al psicoanálisis?

 

Braunstein: Eso viene en el 70. Formamos, como le dije, el Centro de Estudios Psicoanalíticos a fines de 1968 y en el 71 es que yo vine a México para participar, con Frida Saal, en el Congreso Mundial de Psiquiatría. Para entonces ya me habían “reventado” el consultorio; al consultorio lo “reventaron” porque, junto con Moscovich, estábamos haciendo un trabajo de asesoría médica, psiquiátrica y psicológica para los trabajadores del sindicato de la industria automotriz de la FIAT, denunciando sus condiciones de trabajo. Por eso los grupos paramilitares y la FIAT misma decidieron que éramos un peligro. Por la bomba quedó bastante gente herida, salían en los diarios páginas enteras con fotos de la destrucción del edificio; fue tremenda, durante meses no pude atender en ese consultorio hasta que lo reconstruyeron. Cuando vine a México al Congreso Mundial de Psiquiatría en el 71 los amigos que se enteraron de la situación me dijeron; “Si en algún momento la cosa se te pone difícil en Córdoba, en Argentina, y no puedes seguir ahí, nosotros te recibimos con los brazos abiertos”. Aquí organizamos en el 71 una especie de “anticongreso” dentro del Congreso Mundial de Psiquiatría que se hizo en lo que ahora es el Centro Médico Siglo XXI, en la Unidad de Congresos.

 

Manzanares: ¿Lo organizaba Juan Ramón de la Fuente?

 

Braunstein: Juan Ramón de la Fuente era la máxima autoridad y estaban ahí todos los jerarcas de la psiquiatría, del Seguro Social, en fin, de todas las instituciones mexicanas y era el gran acontecimiento “científico” y social; venían los famosos psiquiatras españoles –franquistas, por supuesto– y el Congreso se dedicó sobre todo a denunciar las condiciones de la psiquiatría en la Unión Soviética y Frida y yo y muchos compañeros mexicanos, peruanos, chicanos, colombianos, dijimos: “Sí, las condiciones de la psiquiatría en la Unión Soviética pueden ser las que ustedes dicen, pero ¿cuáles son las condiciones de la psiquiatría en nuestra América Latina, en donde los hospitales psiquiátricos son cárceles en las que se practican los tratamientos más terribles”. Vinimos con Frida Saal en el 71, presentamos varios trabajos, organizamos un anticongreso que molestó mucho, conocimos a gente que ligaban el psicoanálisis con el marxismo aquí en México en esa época, publicaban una Revista de Psicología Dialéctica, tenían su sede en la calle Obrero Mundial muy cerca del seguro y nos reunimos con ellos varias veces.

 

Manzanares: ¿Quiénes eran?

 

Braunstein: Quirós, uno de ellos era de apellido Quirós; era un grupo muy activo… yo tengo las revistas de todo aquello (las busca). Aquí están, Revista de Psicología Dialéctica, salieron cuatro números –estos son documentos prácticamente inhallables–; hay un capítulo desconocido de la psicología de los hippies que un estudiante escribe, textos del Grupo Documento de Argentina al que yo estaba ligado, del grupo Plataforma de Argentina –todos estos materiales los traje de allí– Marcelo Pasternac, Néstor Braunstein, Paulino Moscovich, aquí está Horacio Foladori y José Perrés, Montevideo, Uruguay. “El laboratorio social en la elección vocacional”, Jaime Zabala, era un colombiano con el que visitamos Bogotá y con el que establecimos una hermosa relación. “La psicología soviética no ignora la existencia del inconsciente”, “Símbolos de Caruso” sobre quien ahora hay tanta discusión “Psicoanálisis sociológico marxista y el idealista”, “Contra Marcuse, y Fromm”. Esto no figura en mi currículum y ni me acuerdo, ¿por qué?, ¿qué escribía en aquel tiempo? … “Sobre la psicoterapia combinada individual y grupal”… estaba muy de moda la psicoterapia de grupo en aquel tiempo, dentro y fuera del psicoanálisis.

 

Manzanares: Pichon Rivière, ¿no?

 

Braunstein: Pichon Rivière. Por cierto, yo conocí bastante a Pichon Rivière porque se internaba; él era alcohólico y se internaba en la clínica de Berman, de quien era amigo; venía a Córdoba a internarse, entones hablábamos mucho con él, estaba como paciente pero nos contaba episodios apasionantes de su práctica clínica. Las referencias, Althusser, psicoterapia de grupo, marxismo, Klein, Fairbairn, toda la bibliografía que se manejaba en aquel tiempo; “Limitaciones de la asociación libre” un trabajo de nosotros tres con Frida y Pasternac que anda por acá (muestra una revista), en fin toda la bibliografía de aquel tiempo.

 

Manzanares: ¿Y cómo es que usted llega a contactarse con el pensamiento de Lacan y de Althusser?

 

Braunstein: Bueno justamente aquí (en esa revista) está citado ese trabajo del 72 porque conseguimos el texto de Althusser “Freud y Lacan”, estudiábamos a Althusser; “Lire Le Capital”, “Pour Marx”; los libros de Althusser sobre marxismo y filosofía del materialismo histórico. Estudiábamos epistemología con un maestro que vino a México y acabó sus días acá; él era alumno de Raúl Scierretta que era nuestro maestro de epistemología en Córdoba. Mauricio Malamud, murió en Michoacán, enseñaba en la Universidad de San Nicolás en Morelia y fue nuestro mentor en epistemología junto con Sciarretta; entonces, a través de ellos, conocimos a Althusser. El primer texto de Lacan que yo leí fue el artículo “sobre la causalidad psíquica”. Lo tenía Moscovich en su biblioteca, me lo facilitó y lo leí hacia 1963, años antes que apareciesen los Escritos; recuerdo que comentábamos con Moscovich acerca de la originalidad y la claridad de ideas dentro de lo difícil del estilo de Lacan y cómo era original y muy distinto de todos los demás psicoanalistas franceses. De modo que en el 66 cuando salieron los escritos de Lacan fui de los primeros en hacerme de una copia de esos “Écrits” de Lacan en francés y por supuesto ahí fue donde empezamos a estudiar Lacan con Moscovich, Frida Saal, Marcelo Pasternac y unos cuantos de los que están en este pequeño libro del ‘68: Izaguirre, Cárdenas, Silvia Bohoslavsky y Arturo Roldán. Es decir, todos estos hemos tenido trayectorias distintas, cada uno de nosotros, pero…

 

Manzanares: Son de los primeros lectores de Lacan. ¿Y cómo era el contacto con Buenos Aires?, ¿era estrecho? porque son dos ciudades que no están tan cerca.

 

Braunstein: A 700 km; pero los maestros venían cada fin de semana desde Buenos Aires y cuando había congresos de los colegas nosotros participábamos en las reuniones de los “trabajadores de la salud mental”. Se organizó además la Federación Argentina de Psiquiatras (FAP) y fueron presidentes de ella Marie Langer y José Gervasio Paz que eran personas maravillosas y hacíamos simposios; teníamos congresos en Rosario, en Córdoba, en Buenos Aires. Frida y yo íbamos y teníamos relaciones muy estrechas, ellos venían y nos visitaban, nosotros los contratábamos para que nos enseñasen y nos daban clases de teoría psicoanalítica, práctica del psicoanálisis, epistemología y ¿qué otra materia era?, ya no me acuerdo pero eran cuatro materias y los profesores venían y nos daban clases de clínica. Era la gente que participaba en Plataforma y en Documento, es decir, críticos de la Asociación Psicoanalítica Internacional y abiertos hacia el estudio de Lacan, unos más, otros menos, Marie Langer nunca quiso entrar en Lacan mientras que otros como Rafael Paz y Sciarretta sí se interesaron mucho en esa postura clínica y teórica.

 

Manzanares: Justo ahora que toca el tema de Marie Langer, ¿cómo es su contacto con ella? Es una psicoanalista vienesa, ¿no? que se afilia a la Brigadas Internacionales en España, llega a Uruguay, después llega a Argentina y se exilia a México y retorna a Buenos Aires posteriormente.

 

Braunstein: Así es, después trabajó en Nicaragua durante un tiempo con la revolución sandinista; llegó a México desde Cuba en diciembre de 1974, al mismo tiempo que nosotros. Una mujer admirable desde todo punto de vista con la que tuvimos Frida y yo una estrecha amistad (fue, por lo demás, analista de Frida). Ella, “Mimi”, escribió a comienzos del ’75, apenas llegamos, el prólogo de Psicología Ideología y Ciencia; era una figura para nosotros emblemática, magistral en todo sentido.

 

Manzanares: ¿Cuándo fue el contacto con ella?, ¿llegó a la APA?

 

Braunstein: No, ella no llegó: fue una de las fundadoras de la APA en 1942 y salió de esa asociación que forma parte de la IPA justamente en relación con la sublevación del 68. Conviene leer la semblanza de ella en el Diccionario de Psicoanálisis de Roudinesco y Plon.

 

Manzanares: Y el contacto con los uruguayos ¿Era estrecho? ¿No había relación? ¿Son de diferente escuela?

 

Braunstein: No era estrecho porque ellos tenían su propia Asociación Uruguaya de Psicoanálisis. Por supuesto nos conocíamos, nos visitábamos y cuando llegó el momento del exilio nosotros fuimos los primeros en llegar a México, de modo que cuando Carlos Plá decidió que tenía que exiliarse con su familia nos pidió a Frida y a mí –que ya estábamos instalados acá– que lo ayudásemos a llegar a México. Él se unió con sus propios colegas de la IPA pues Carlos Plá fue miembro de la Asociación Psicoanalítica Mexicana acá, cuando llegó a México, porque era de la IPA y la asociación en México era la APM.

 

Manzanares: ¿Para usted fue sencillo? La APM en México algunos la han nombrado como el sindicato mexicano de psicoanalistas, era duro… Usted llega al Círculo Psicoanalítico Mexicano, ¿no?, una institución heterodoxa que incorporaba la lectura justo de Marx y de Freud vía Igor Caruso.

 

Braunstein: Sí, así es. Y lógicamente separados y distanciados de la APM que querían mantener la palabra “psicoanálisis” como propiedad con “marca registrada”, suponiendo que nadie tenía derecho a hablar de psicoanálisis más que ellos porque eran de la institución mundial que había creado Freud.

 

Manzanares: ¿La estructura de la APM era similar a la de la Asociación Psicoanalítica Argentina?, según su percepción.

 

Braunstein: Sí, sólo que en la APA había intensos debates y aquí no; en la institución argentina estallaron movimientos de disidencia y mucha gente de la APA salió para formar los grupos Plataforma y Documento. Aquí en México no hubo nada parecido, hasta donde yo tengo entendido. Las disensiones que hubo en la APM fueron por otros motivos particulares, individuales; salieron Avelino González, Amapola Gaitán, se distanció Santiago Ramírez y, como señala Juan Capetillo en su libro* “acá el origen del psicoanálisis es bifocal” porque hay un grupo que se forma alrededor de Erich Fromm y otro grupo alrededor de la IPA que es la APM.

(* Capetillo H., Juan. (2012), La emergencia del psicoanálisis en México. Universidad veracruzana.)

 

Manzanares: Y desde su percepción ¿cuál era el contexto del psicoanálisis en México?, ¿era buena la lectura?, ¿había instituciones sólidas? Estaba la Sociedad Psicoanalítica Mexicana, ahora que lo menciona están los afiliados a la IPA y los afiliados a Fromm, ¿no?

 

Braunstein: Sí, y nosotros, los argentinos, no pertenecíamos a ninguna de las dos. Llegamos desde el Cono Sur y no pertenecíamos a ninguno de los dos grupos porque estábamos ligados a los contestatarios de la IPA, ya influidos por la enseñanza de Lacan. Desde 1976 estábamos estudiando y trabajando Lacan y en México, en 1975, entramos en el Círculo que era un lugar donde había amplitud, donde se podía hablar de Althusser, donde se podía hablar de Piaget, donde se podía hablar de Marcuse, donde se podía hablar de Klein y por supuesto mucho de Freud también. Había allí una figura importante, Armando Suárez, que había hecho traducir Lacan al español: la primera traducción que se hizo de Lacan a una lengua extranjera fue en México y por iniciativa de Armando Suárez.

 

Manzanares: Armando Suárez era español, ¿no? Aparte fue el fundador de la colección de psicología y psicoanálisis en la editorial siglo XXI.

 

Braunstein: Sí; exactamente, amigo de Arnaldo Orfila Reynal, un argentino exiliado que fue director del Fondo de Cultura Económica hasta que lo corrieron del Fondo. Cuando lo corrieron del FCE sus amigos mexicanos inmediatamente hicieron una editorial para que él continuase con su actividad cultural y así nació Siglo XXI.

 

Manzanares: ¿Y su relación con los otros analistas cómo era?

 

Braunstein: Con los otros analistas, bueno ¿con gente de la Asoción Psicoanalítica Mexicana, dice? Como entré de inmediato, apenas llegué, a trabajar en el posgrado de psicología clínica de la UNAM tenía amistad y una relación afectuosa con varios de ellos, los conocí a muchos porque eran maestros conmigo en la maestría en psicología clínica de la UNAM. Cuando yo llegué habían designado directora de esa maestría justamente a una argentina que estaba desde antes y que no se había exiliado por razones políticas, Bertha Blum. Cuando llegué a México el doctor Lara Tapia –que era el director de la Facultad– viendo mis antecedentes que incluían el doctorado y muchas publicaciones, inmediatamente me designó maestro en el posgrado de psicología clínica; Frida mi esposa no tenía posgrado y por eso quedó como maestra de la licenciatura desde que llegó a México hasta que falleció en 1998.

 

Manzanares: ¿Fue sencillo entrar a la UNAM? Leí la vez pasada una entrevista que le hicieron que está publicada en redalyc donde usted hablaba de la tensión que había en la Facultad de Psicología, una institución que estaba ligada al conductismo y habla de su experiencia después, de cómo lo pasa en la Facultad de Filosofía y Letras.

 

Braunstein: Sí, aclaremos, pasaron muchos años entre una cosa y otra. Cuando yo llegué la maestría en psicología clínica de la UNAM estaba en manos de los psicoanalistas; era absolutamente psicoanalítica, entonces las autoridades eran Santiago Ramírez padre, José Cueli, Remus Araico, Avelino González, Barriguete, en fin, todos los psicoanalistas de la APM enseñaban ahí pero surgía un problema cuando los estudiantes decían “Bueno, ya entiendo, ahora quiero ser psicoanalista”, La respuesta: “¡Ah, no! porque eres psicólogo, primero tienes que ser médico”. Por una parte, los iniciaban en el psicoanálisis, los admitían como pacientes y, por la otra, los rechazaban porque no eran médicos según pedían los estatutos de la APM. Por eso nosotros, que teníamos otra posición desde siempre, congruente con la de Freud de no preguntar por los títulos sino por la formación del psicoanalista, fuimos nucleando a muchos de esos estudiantes y ofreciéndoles caminos. Como yo, al mismo tiempo, era psiquiatra en la Dirección de Salud Mental adscrito al Psiquiátrico Infantil Juan N. Navarro, donde dirigía el Servicio de Psicoterapia, y después a la clínica San Rafael entonces abría un campo para que pudiesen practicar, supervisar, analizarse, es decir, tenían toda la posibilidad de hacer una formación psicoanalítica en relación con la psiquiatría, con las instituciones psiquiátricas y en una perspectiva psicoanalítica freudiana y lacaniana, y al mismo tiempo como institución pusimos de inmediato en contacto a la psiquiatría y a la Facultad de Psicología que tenía orientación psicoanalítica. Ni bien llegamos y junto con Marie Langer –porque llegamos en el mismo mes de diciembre del 74, Marie Langer, Ignacio Maldonado Allende, Mara Lamadrid, Frida Saal y yo. Fuimos los primeros exiliados argentinos–, después en el 76 cuando se produjo el golpe en la Argentina llegaron otros, llegaron Marcelo Pasternac, Gloria Benedito, Miguel Sosa, Carlos Plá de Uruguay con su esposa, Esperanza, luego Foladori, llegó Perrés; ellos y varios de nuestros alumnos cordobeses, vinieron unos meses más tarde.

 

Manzanares: Y cuando llegan ellos es cuando se publica este libro ¿no? de Psicología Ideología y Ciencia.

 

Braunstein: No, Psicología Ideología y Ciencia se publica antes que ellos lleguen, Psicología Ideología y Ciencia es de mayo del 75 y ninguno de ellos había llegado aún, nada más Frida y yo que fuimos los que habíamos salido y fuimos quienes se lo mostramos a Armando Suárez que lo recibió con entusiasmo, Marie Langer lo mismo. Inmediatamente Armando Suárez se lo llevó a Orfila Reynal diciéndole “Esto es una bomba; hay que publicar el libro de inmediato”- Llegamos en diciembre del 74 y en mayo del 75 el libro ya estaba en la calle. Bueno, no podíamos creer la recepción que tuvimos en el D.F., nos invitaron a todas las universidades de provincia y luego nos fueron invitando de las universidades del exterior, de lengua hispana, para que presentemos Psicología Ideología y Ciencia, y se vendían miles y miles de ejemplares. Eso sucede aun, cuarenta años después.

 

Manzanares: Todavía, hay muchas reediciones del libro. Sin embargo en esta entrevista que yo veía también decía usted que tenía un marcaje ya o una distancia del libro, ¿no?

 

Braunstein: Claro, por supuesto. Uno nunca se queda dónde empieza, sería gravísimo, debería ser al revés. El libro todavía no es suficientemente lacaniano y por eso el primer libro que se publica sobre Lacan en México es el volumen pequeño que lleva mi firma, Hacía Lacan que se edita en 1980 y registra 14 reediciones. En 1978 publiqué el primer artículo escrito sobre Lacan en México, en la revista Lust, editada por un grupo de lacanianos que formamos con compañeros disidentes del grupo frommiano que se abrían hacía Lacan. Entonces formamos un grupo de estudio con Frida, con Agustín Aparicio, con Roberto Derbez, con Emilio Cárdenas, con Francisco del Villar que falleció. No sé si hayas oído hablar de Francisco del Villar.

 

Manzanares: No, a Francisco del Villar no lo ubico.

 

Braunstein: Era el único mexicano que se analizó con Lacan, tuvo un breve análisis con Lacan en esa época en que Lacan ya atendía a cuatrocientos pacientes a la vez a fines de los 70; él tuvo algunas sesiones de análisis con Lacan, también participaba Agustín Aparicio, ¿te suena?.

 

Manzanares: No, él tampoco.

 

Braunstein: Agustín Aparicio, Emilio Cárdenas; Agustín Aparicio se fue finalmente a vivir a Manzanillo, era un hombre muy inteligente, un psicoanalista muy lúcido que se fue de la ciudad de México. Francisco del Villar murió joven jugando tenis hacia 1980, más o menos; el grupo de estudio que formamos funcionaba en la vieja Cineteca Nacional, en Churubusco, porque ahí estaba el director de la Cineteca. Lo había designado López Portillo a José María Sbert, un catalán que nunca se integró propiamente al grupo, era un hombre muy problemático con serios problemas de alcoholismo y Emilio Cárdenas que es un intelectual que hubiese podido hacer grandes cosas pero nunca se dedicó con ahínco a nada y entonces se diluyó con el correr del tiempo, un hombre muy culto, muy creativo y pagado de sí mismo. Roberto Derbez que se fue a Francia, después volvió a México pero estaba ya muy perdido no sé por qué razones, no quiero especular sobre eso. Fueron los tiempos también en que invitamos a Santiago Ramírez a estudiar el psicoanálisis francés estructuralista y nos dijo: “No, yo ya tengo cincuenta y siete años, ya no me voy a meter en esas cosas de Lacan y todo eso, muy difícil, es muy tarde para mí”, estaba el hijo, teníamos relación con Santiago Ramírez, su hijo, filósofo. Y bueno, con esa gente se hizo el primer grupo de estudios de Lacan en México, resulta que dijeron “¿por qué no hacemos una revista lacaniana en México, a mediados de los años 70. En París la revista de los lacanianos era Ornicar?, ¿conoces Ornicar?

 

Manzanares: No, no la conozco.

 

Braunstein: Yo tengo aquí todos los números de Ornicar?, éste es el número uno de Ornicar? del año 75 y después siguió saliendo prácticamente hasta ahora. Ornicar? es un juego de palabras francesas “ni pero ni pues”. Pero bueno, dije a mis amigos, dado el desarrollo incipiente que tenemos del psicoanálisis lacaniano en México si ellos sacan Ornicar? nosotros tendríamos que sacar algo así como “Asturbar”. Les gustó el juego de palabras que les propuse y salió, esta es la primera revista lacaniana, esa absolutamente nadie la conoce.

 

Manzanares: ¿Por qué?, ¿No había una edición grande por tiraje?

 

Braunstein: Porque inmediatamente después asumió López Portillo. Designaron a Sbert director de la Cineteca. Coincidimos todos: “No, no podemos salir con esto, se burlarían de nosotros; sería un problema para Sbert y hasta para López Portillo”. Entonces se cambió el título de la misma revista ya publicada, “Asturbar” se transformó en Lust y ahí en el número 1 (1978) salió ya el artículo mío que apareció en el libro publicado después “Hacia Lacan”, junto con “La troisiéme” de Lacan, con un artículo de quien sigue siendo mi más grande amigo en Francia y en Barcelona, Jacques Nassif, el primer encargado de un seminario de Lacan por acuerdo de Lacan, el XVI. Esa es pues, la historia de “Asturbar” y de Lust. Ahí estábamos con Frida Saal; después se incorporaron Silvia Bleichmar y su marido pero ya de una manera más marginal. Nosotros estábamos entonces en ese grupo por una parte, por otra, en el Círculo Psicoanalítico Mexicano con Armando Suárez, Raúl Paramo, Fernando González, Gilberto Giménez –un ex jesuita paraguayo cuya mujer tradujo al francés Goce– también estaban Ángeles de la Mora, tapatía. Hans Saettele estaba en el Círculo y con todos ellos trabajamos mucho y tuvimos historias de lo más variadas, lógicamente con muchos colegas que se acercan y gente que se aleja. Cuando se creó el instituto de formación del Círculo nosotros participamos, Frida y yo estuvimos como maestros de la primera promoción. Yo enseñaba Lacan y Frida enseñaba Freud en 1979.

 

Manzanares: Y sus primeros pacientes mexicanos, ¿fue sencillo ser analista en México?

 

Braunstein: Muy sencillo, sencillo porque en México fuimos recibidos por dos grandes amigos: Daniel Nares Rodríguez y Rafael Velasco Fernández. Daniel Nares era el director del psiquiátrico infantil, Rafael Velasco era el director general de salud mental; el día que llegamos a México en ambos casos, nos incorporaron a sus familias, a Frida con Clea, nuestra pequeña hija. Daniel Nares nos dijo: “Ven a atender a mi consultorio en la Escandón; yo te doy un espacio, te dejo mi consultorio para que atiendas”. Y me llenó de pacientes y grupos de estudio desde el primer momento de la llegada a México, de modo que en ningún momento tuve dificultad para integrarme, lo único que me reprocharon y tal vez yo también tendría que reprochármelo ahora es ¿por qué en ese momento no cedí a lo que me pedían que era formar una institución psicoanalítica en México?. Les contesté (Frida estaba de acuerdo) que no, yo estoy en el Círculo y soy leal al Círculo, no voy a formar una institución nueva, y me quedé en el Círculo, donde Daniel y Rafael, por ser psiquiatras, no eran bien vistos.

 

Manzanares: Pero más tarde va a formar la institución, ¿no?

 

Braunstein: Después, porque en el Círculo nos hicieron la vida imposible a Frida y a los alumnos que querían formarse con nosotros. Personajes minúsculos que estaban celosos de nuestra influencia y del interés de la gente por la enseñanza de Lacan, ellos nos hicieron la vida imposible poniendo trabas a nuestro accionar. No nos quedó más remedio que renunciar al Círculo. Para entonces ya había habido choques, fricciones, entre Frida y yo con Marcelo Pasternac –a quien habíamos hecho venir a México en el 76. Cuando yo salí del Círculo renunciando junto con Frida bajamos en el elevador y para que los estudiantes no se soliviantasen por nuestra salida, ya habían hablado y habían convenido con Marcelo Pasternac que él se haría cargo de la cátedra de Lacan, entonces, en el mismo elevador que bajé yo, él estaba afuera esperando en un Volkswagen –que yo le había facilitado cuando llegó– para poder subirse en el mismo elevador y hacerse cargo de la cátedra que yo dejaba.

 

Manzanares: ¿Entonces el Círculo incurría en las mismas prácticas que denunciaba de la APM?

 

Braunstein: No, no. Era una cuestión personalizada de ciertos personajes muy oscuros del CPM cuyos nombres ni vale la pena recordar, que trababan todo lo que pudiese ser inscripción de los estudiantes, pago de las clases que dábamos, en fin en todo lo que pudieran fastidiar, fastidiaban. Nunca hubo ningún debate teórico o político, no, nunca nada de eso, sino simplemente una grilla turbia sin ningún trasfondo y que nunca afectó lo esencial que era la relación que yo tenía personalmente con Armando Suárez, con José Perrés, con otros colegas que estaban en el Círculo; con Mara Lamadrid. Mimi ya no estaba porque se había ido a la lucha en Nicaragua, Fernando González ya había salido, Fernando no estuvo mucho tiempo en el Círculo.

 

Manzanares: Claro, Fernando quizás sea el más crítico del propio Círculo.

 

Braunstein: Sí.

 

Manzanares: Y más adelante también tuvo tensiones en la UNAM y sin embargo en ella permaneció en su trabajo.

 

Braunstein: Sí, en la UNAM lo que pretendían era limitar el alcance de mi enseñanza. Primero limitar la cantidad de alumnos que podía tener, a lo que dije “Que no se inscriban y que vengan los que quieran”. De modo que venían muchos de todas partes e instituciones (Ibero, Anáhuac, “unidades periféricas de la UNAM), llenábamos los salones de clases. Dijeron “Debe ser que vienen tantos porque usted les está cobrando”; “¾Sería más fácil que les esté pagando para que vengan, pero, ¿Cómo les podría cobrar por venir a cursos en la UNAM?” Entonces me radiaron de la enseñanza, finalmente me designaron para enseñar en un curso de psicoterapia para niños y adolescentes donde había un máximo total de diez alumnos inscritos y una vez me pidieron que participara en el proceso de selección de los que iba a entrar a ese curso de psicoterapia y me advirtieron que tenía que cuidar en las entrevistas de admisión para que no entrasen homosexuales.

 

Manzanares: Y de ahí años después como usted explica pasa a la Facultad de Filosofía y Letras.

 

Braunstein: En la Facultad de Filosofía y Letras me invitaron a dar cursos en el salón abierto, eran cursos dentro de la Cátedra del Exilio Español. Mariflor Aguilar me invitó con solidaria generosidad y de nuevo los estudiantes pudieron asistir masivamente a los cursos, entonces no entraban en los salones, me dieron el aula magna, no entraron en el aula magna, entonces dije “Bien, ¿por qué tengo que ir a la facultad de psicología a enseñar a un grupo de no más de diez personas y donde me tratan de esa manera por el defecto confesado de que era “taquillero”? mientras que en filosofía tengo esa recepción”. Fue entonces cuando escribí una carta pidiendo a la directora de la Facultad de Psicología que me dejase dar clases abiertas con los alumnos que quisieran ir y sin créditos pero que pudiese tener un salón de clase donde pudiesen seguir mis cursos; fue cuando me dijeron que no porque no era profesor de carrera, –como si fuese requisito ser profesor de carrera para dejar acudir a los alumnos; los profesores de carrera debían dar clases por obligación, por contrato; yo quería dar mis cursos sin remuneración ni obligación–. No había ningún requisito de tal naturaleza; en Filosofía y Letras yo estaba dando mi curso con los salones abiertos sin ser profesor de cátedra, era profesor de asignatura de la Facultad de Psicología para colmo, ni siquiera era profesor de asignatura de la Facultad de Filosofía. La respuesta fue de rechazo a mi pedido. Dije ¿Qué hago acá? Cambié de adscripción y me fui de la Facultad de Psicología pasando a la de Filosofía y Letras. Aparecieron después problemas porque no era profesor de carrera sino de asignatura y ya no podía ser siquiera asesor de tesis y me negaron la posibilidad de tener salones para el público, multiplicaron los requisitos para los estudiantes, etc. y acabé diciendo: Bueno ya terminó, me jubilo y este año (2013) me pensioné como jubilado de la Facultad de Filosofía. No está mal: fui 15 años docente en la Universidad de Córdoba y 38 en la UNAM como profesor de posgrado.

 

Manzanares: El último curso que dio lo dio en el Colegio de Letras Hispánicas me parece, ¿no?

 

Braunstein: Exactamente. Sí porque como no me dejaban entrar al núcleo de la facultad, esa gran amiga y maestra que es Margit Frenk me propuso “Mira, la salida es que vengas a letras hispánicas”, –Margit asistía a mis cursos y tenemos una extraordinaria y excelente amistad un poco como con Marie Langer con quien ella tiene tantos extraordinarios rasgos en común. Fue así como entré a Letras Hispánicas pero tenía que dar clases en saloncitos pequeños para doce alumnos a lo sumo y estaba en las mismas condiciones más o menos, primero me dieron un aula en extensión universitaria que más o menos entraban treinta personas y después me mandaron a saloncitos de ocho personas.

 

Manzanares: Regresando un poco a lo anterior, cuando cae la dictadura ¿cuáles son las decisiones de quedarse a radicar en México?

 

Braunstein: Cae la dictadura, “la dictadura” habría que historizar un poco la política y la historia argentina; en 1972 hay una dictadura que es la del general Lanusse pero empieza a producirse una apertura en las universidades. Fue entonces cuando se llamó a un concurso para la cátedra de Introducción a la psicología en la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad Nacional de Córdoba. Nos presentamos tres maestros, hacen un concurso de antecedentes, título y oposición; obviamente tenía ya para entonces con todas estas cosas enorme cantidad de títulos, hice el examen de oposición dando una clase que fue muy bien conceptuada- La Facultad decidió que como los tres habían sido buenos exámenes no se podía resolver por nadie, y se declaró vacante el concurso. Los estudiantes entendieron que se trataba de excluirme, tomaron la Facultad y me quisieron imponer como profesor. Cuando los estudiantes toman la Facultad las autoridades para frenar el lío, –porque ya no era una dictadura rígida la del general Lanusse y estaban abriéndose a un proceso electoral y de retorno a la democracia– dicen; “Bueno, vamos a tomar una solución salomónica, los vamos a designar a los tres”. A fines del ‘72 nos designan a los tres y los alumnos tienen libertad para inscribirse con el maestro que prefieran, se inscriben seis alumnos con una maestra, treinta alumnos con otra y ochocientos cincuenta conmigo. Tuvieron que construir un enorme galpón porque no había lugar para recibir a esos estudiantes, armaron un galpón enorme para que pudiese dictar las clases en el ‘73, se impartieron allí las clases que son los capítulos de Psicología, Ideología y Ciencia con los cuatro autores que estamos ahí más Paulino Moscovich. El curso tiene un éxito extraordinario, la gente se entusiasma, ven que la psicología no es lo que creían que era o lo que les decían que era, todo lo que se desarrolla en Psicología, Ideología y Ciencia, que no podía tener otro fundamento que el freudiano, y resolvimos que escribiríamos un libro con ese contenido, esto sucedió en 1973.

 

Manzanares: Perdón; pero Moscovich no aparece dentro de los…

 

Braunstein: Exactamente. En 1973, recuerdo el 11 de septiembre, voy a dar clase en medio de las noticias del golpe contra Salvador Allende en Chile. Cuando decidimos armar el libro con las clases que impartimos Paulino decidió que él no participaría, que no quería escribir (eso estaba, creo, en relación con el hecho de ser mi analista). Mucho insistí pues sus clases fueron magníficas pero él siguió renuente a participar. Por eso es que en el prólogo de Psicología: ideología y ciencia escribí: “nuestro agradecimiento incluye también a nuestro compañero Paulino Moscovich que participó en el dictado del primer curso y en nuestras reuniones iniciales”. Lamentamos muchísimo que Paulino no quisiese escribir sus clases y darlas para que formen parte del libro, yo las tengo en una edición de mimeógrafo de las que se hacían en ese tiempo; por eso es que su nombre no figura aunque estuvo presente y de manera decisiva; sin él el libro no existiría. Fue un animador de nuestro pensamiento y se regocijó mucho cuando vio el éxito que tenía el libro; nos vino a visitar a México, paró en casa, en la casa que teníamos con Frida, y mantuve después una larga correspondencia con él. En el ‘75 se quedó en Argentina, lo detuvieron y lo sacó de la Argentina la embajada de Israel; fue a Jerusalén donde fue profesor de psiquiatría hasta que falleció en el año ‘88, por ahí. Los cursos de los que salió el libro fueron en el ‘73, el año en que se produce el movimiento de retorno a la democracia, se vota, Héctor Cámpora gana la presidencia y lo primero que hace, como peronista que era, es cumplir su palabra diciendo: “que vuelva el general”. Perón vuelve, a todo esto ya con Cámpora elegido presidente empieza la guerrilla urbana, la vida se va haciendo difícil. Estábamos en París en enero del 74 con Frida y anticipamos lo que sucedería, leíamos las noticias y dijimos: “Este año nos vamos a tener que ir de Argentina porque la situación se nos va a hacer insoportable”. El 20 de julio del 74 Perón vuelve, Cámpora renuncia para que se hagan nuevas elecciones y se pueda elegir a Perón como presidente, Perón impone la fórmula “Perón - Isabel Perón” y muere poco tiempo después, Isabel Perón se hace cargo del gobierno, con Isabel Perón entra a actuar la triple A, se refuerza la represión policial, a Frida y a mí nos amenazan de muerte por el éxito del curso que teníamos en la universidad de Córdoba y en esas condiciones, después de asistir durante varias semanas seguidas a entierros de compañeros luchadores sindicales, universitarios, secuestros, asesinatos que forman parte del terrorismo de estado, de las fuerzas parapoliciales y paramilitares –sin que todavía hubiese golpe de Estado, porque el golpe de estado militar se produjo en mayo del ‘76. Fue entonces, recordando lo que nos habían dicho en el 71, que les escribimos a nuestros amigos mexicanos diciéndoles “¿verdaderamente nos recibirían?” e inmediatamente contestan con un telegrama “Vengan, tienen los brazos abiertos, los esperamos”. Hice un viaje exploratorio en septiembre del 74 y –salto las cosas personales que son muy simpáticas pero que no tienen tal vez relevancia para esta historia –, el 27 de diciembre del 74 desembarcamos Frida, nuestra hija Clea de 4 años y yo en el aeropuerto. De inmediato nos pusimos en contacto por un lado con Rafael Velasco Fernández que es un señorazo, fue rector de la Universidad Veracruzana, director de Salud Mental, director de la “ANUIES” durante dos sexenios, subsecretario de educación superior, un político de honestidad impecable con una moral juarista de austeridad, a quien sigo visitando con frecuencia en Xalapa, Veracruz, donde fue rector de la universidad y ahora reside, profesor emérito honorario, con quien no coincidimos en las posiciones ante la psiquiatría; él es un hombre de extraordinaria entereza que nos recibe con los brazos abiertos; formamos parte de su familia desde el momento de nuestra llegada y seguimos formando parte de su familia, incluso Frida que ya murió, y sigue siendo de algún modo parte de esta familia, es decir, un amigo inolvidable con quien me une la relación más estrecha, más íntima. Entonces, por un lado, con estos amigos del campo psiquiátrico y por otro lado con los colegas del Círculo que nos recibieron también con generosa hospitalidad, por otro lado con quienes nos daban consultorios y nos permitieron entrar a la UNAM, tuvimos toda la base para integrarnos a esta historia del psicoanálisis lacaniano en México. Ahora bien, el ‘75 es un año de guerrilla urbana en la Argentina, de descomposición social bajo el gobierno de Isabel Perón y finalmente, en mayo del 76, la situación es ya insostenible y los militares assesinos tomaron el poder poniendo al general Videla como presidente. Así, con Videla en Argentina, Pinochet en Chile, Bordaberry en Uruguay; el Plan Cóndor urdido desde los EEUU en acción, los generales brasileños en el poder (ellos que fueron los primeros dando el golpe contra Goulart en el 64) el cono sur se transformó en ese hervidero de dictaduras que conocimos. Fue entonces cuando vinimos a México, tuvimos esta maravillosa recepción en México, nos instalamos sintiendo que estábamos en casa y, por supuesto, no faltaron algunos celos, envidias, cosas que son de esperar en estas circunstancias.

 

Manzanares: Claro, recuerdo que hay un pasaje en el texto de Fanny Blank que señala que a pesar de que son varios los analistas que se fueron pero son la mayoría los que se quedaron. ¿Sabe cómo funcionaron los analistas que se quedaron?, ¿fueron reprimidos?, ¿pudieron seguir con su trabajo?

 

Braunstein: Con dificultades, de acuerdo al nivel de compromiso político que tuviesen, pero obviamente la mayoría de los psicoanalistas se quedó en Argentina; no se exiliaron. Los que nos exiliamos fuimos una minoría dentro del total, salvo que en la Argentina hay miles de psicoanalistas en todas partes, en todas las ciudades; la mayoría se quedó en Argentina. Es injusto el reproche que hace Marie Langer cuando dice que “el lacanismo se difundió ampliamente en Argentina en esos años porque no tenía una posición política”, eso es injusto, no es porque no tuviese una posición política; por el contrario, los lacanianos resistentes al proceso o no, estudiaban en grupos sin dejar de ser lo que pensaban ser. Ni los freudianos entre comillas “ortodoxos”, ni los kleinianos, ni los lacanianos por ser lacanianos eran contrarios al proceso militar. Pero no se puede decir que el psicoanálisis lacaniano prosperó porque no tenía posiciones políticas, el psicoanálisis lacaniano prosperó porque prosperaba en todas partes y porque tenía algo nuevo para proponer en materia de psicoanálisis a diferencia de las posiciones de los otros grupos psicoanalíticos en el movimiento internacional.

 

Manzanares: Ya para ir cerrando, desde su perspectiva ¿cuáles cree que serían los aportes de los analistas rioplatenses en México?

 

Braunstein: Creo que son muchos, difíciles de agrupar en una formulación integradora. Con los frommianos no llegaron psicoanalistas sudamericanos, pero gente tan variada como el grupo que quedó en la APM con Carlos Plá y Esperanza de Plá pero que también han formado con Fanny Blank ahora una Asociación Psicoanalítica del Sur que es un poco diferente intelectual, sociopolítica y socioeconómicamente diferente de la de Bosques de Caobas. El grupo que formaron Marcelo Pasternac con Miguel Sosa y dos personas que regresaron a la Argentina, Estela Maldonado y Hely de Peretti por una parte. El grupo que formó la Fundación Mexicana de Psicoanálisis que formamos con Frida Saal en donde se integraron otros compañeros venidos de Argentina como Daniel Gerber, Mirta Bicecci, en un principio Rubén Musicante que volvió a Córdoba muy pronto con su mujer. Por otra parte la llegada de Jaime Winkler con su mujer uruguaya que formaron una asociación de psicodrama y en fin las ramas de psicoanalistas no nos agrupamos como psicoanalistas sudamericanos sino que cada uno se integró o formó instituciones, grupos; lo de Pasternac y Sosa acabó en la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis que ellos llaman École Lacanienne de Psychanalise (porque no pueden traducir a Escuela Lacaniana de Psicoanálisis) donde está gente que merece mi mayor cariño y reconocimiento como Susana Bercovich con quien constantemente nos reunimos para hablar, discutir, presentar trabajos o libros; ella llegó después. A ella, que es de origen porteño, la conocimos Frida y yo en París como la novia de Helí Morales. Participaron en nuestros grupos compañeros que se fueron agregando después, que han venido de distintos lugares. Gente que vino con nosotros como Antonio Solís y Graciela López, que estuvieron en nuestro grupo y después pasaron a la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y volvieron a Buenos Aires, María Eugenia Escobar –una paraguaya notable, que estuvo con nosotros en la Fundación Mexicana de Psicoanálisis y volvió también a su Asunción donde ejerce actualmente. Uno no podría hacer con todo eso, con tantos nombres, tantas trayectorias, no podría encontrar un elemento único o congregante sino reconocer las diferencias.

 

¿Y qué hicimos? Bueno, uno puede distinguir en el plano clínico la cantidad de colegas que formamos a través de los análisis personales de mexicanos que luego fueron y son psicoanalistas, y fueron y son psicoanalistas aquí, en Francia, en Argentina, en muchas partes, eso en el aspecto clínico. En el aspecto institucional los rioplatenses formamos instituciones: la Fundación Mexicana de Psicoanálisis que se disolvió, la escuela lacaniana de psicoanálisis, los grupos de terapia de grupo donde se integraron por ejemplo el grupo de psicodrama de Jaime Winkler. En el plano editorial la escuela mexicana de psicoanálisis tiene una colección importante de publicaciones, trabajos valiosos de traducciones de franceses y de gente venida de Argentina y de gente formada en México como Gloria Leff que dirige las publicaciones de la Escuela Mexicana de Psicoanálisis y yo personalmente –¿No sé si tienes este libro?, te lo doy–.

 

Manzanares: No, no lo tengo, muchísimas gracias.

 

Braunstein: Es el libro de Frida Saal, un homenaje hecho a ella a dos meses de su muerte donde se recogen sus artículos y muchos testimonios de su presencia. Trabajó con Marta Lamas y publicaron un libro que se llama La Bella Indiferencia, sobre feminismo y psicoanálisis que es otro documento importante en la historia del psicoanálisis que hicimos los latinoamericanos en México y las publicaciones mías que son todos estos que hemos ido sacando a lo largo del tiempo con traducciones al francés, al inglés, al alemán, al portugués. Ahora acabamos los libros del centenario de Totem et tabou que se publican en ediciones en portugués, francés y español.

 

Manzanares: Sí, vi que fue justo la presentación en Siglo XXI.

 

Braunstein: Claro, todavía no tengo ejemplares, tengo la portada del mismo libro en portugués.

 

Manzanares: Cierto, ¿quién lo edita?

 

Braunstein: Contracapa en Rio de Janeiro, en París también (Au bord de l’eau), Siglo XXI aquí. También este de Clasificar en psiquiatría de siglo XXI en este formato pequeño de la edición mexicana, esta es la edición argentina y ahora se publica la edición española en Madrid (Biblioteca Nueva) de este libro. No sé si leíste el prólogo de Clasificar en Psiquiatría.

 

Manzanares: No lo tengo todavía.

 

Braunstein: ¿No lo tienes?, te doy uno.

 

Manzanares: Muchísimas gracias.

 

Braunstein: Porque ahí hay una referencia histórica personal a mi participación dentro de la psiquiatría mexicana que te interesará conocer porque Ramón de la Fuente me expulsó de la psiquiatría mexicana, de la Asociación Mexicana de Psiquiatría, donde yo me integré apenas llegué a México, tengo mi diploma de miembro la Asociación Psiquiátrica Mexicana y por qué me expulsaron de la asociación psiquiátrica mexicana, todo esto no te lo cuento porque se relata en ese prólogo.

 

Manzanares: Impulsados todos por Siglo XXI, ¿no? En el papel de las editoriales jugó un papel importante.

 

Braunstein: Sí, aunque no todo es Siglo XXI. Por ejemplo, no sé si viste éste que salió el año pasado…

 

Manzanares: Casi todos los libros que recuerdo son bajo el sello de Siglo xxi. Bueno en español, en México.

 

Braunstein: Mira, este libro está editado en Guayaquil, éste editado en Buenos Aires, ésta es la traducción al portugués, éste es la traducción al inglés de Memoria y Espanto.

 

Manzanares: ¿Memoria y Espanto es el primer libro de la trilogía sobre memoria verdad?

 

Braunstein: Sí, exactamente. Que fue publicado con el título de Mirages en francés por Stock, hace una referencia a este libro, en fin. Entonces te decía que en el campo editorial tenemos una trayectoria amplia, y bueno los alumnos que hemos formado. Éste (Traducir en psicoanálisis) salió en México el año pasado, no sé si lo viste, es de Paradiso que es otra editorial. En fin, entonces como te decía uno podría distinguir esa influencia, esa presencia de los psicoanalistas conosureños en México en esos campos: en el campo clínico con la cantidad de gente que atendimos y los psicoanalistas que formamos a través del psicoanálisis didáctico, en el campo institucional las instituciones que formamos, en el campo editorial los libros que publicamos.

 

Manzanares: En el campo teórico…

 

Braunstein: En el campo teórico, claro en el campo teórico mucho de esto. Goce por ejemplo, que es un libro que en Francia consideran una referencia insoslayable para quien quiere estudiar Lacan, tenemos cosas como esto (The Cambridge Companion to Lacan ¾ EEUU e Inglaterra) de la Universidad de Cambridge. Y bueno, la cantidad de trabajos en el campo teórico.

 

Manzanares: ¿En México no había una lectura de Klein y Lacan antes de la llegada de los argentinos? según su perspectiva.

 

Braunstein: De Klein tal vez un poco pero no creo que mucho. Es porque fundamentalmente los mexicanos se formaron en Topeka, Kansas, en Estados Unidos; entonces no era tanto Klein como la psicología del yo a la que se adherían muchos “ortodoxos” en México. Participamos además en muchas publicaciones traducidas a otras lenguas como este de Lacan in América, en distintos libros editados en inglés con muchas referencias y otros libros después, por ahí, andan más cosas por ahí (Braunstein señala su biblioteca). En fin, de manera que yo diría que habría que clasificar o evaluar el campo de la influencia o la presencia de los latinoamericanos que yo creo que, como los españoles en su tiempo, después de la guerra civil, vinieron y dieron y recibieron mucho para México y para el psicoanálisis mexicano, creo que en fin, seguiremos en eso hasta que ya no podamos seguir.

 

Manzanares: Claro, bueno pues sería todo no sé si quiera agregar algo que no hayamos tocado.

 

Braunstein: Bueno por supuesto es una historia que cuando uno se pone a revisarla se hace muy larga.

 

Manzanares: Sí, muchísimo. Cada vez salen más autores, personajes, instituciones. También es una tarea, en este libro que edita justo la Casa de León Trotsky creo que ahí se articulan los retos que se tiene, incluso formar un archivo del psicoanálisis en México sería un reto interesante y que tendrían que colaborar historiadores, incluso la gente de estudios latinoamericanos y los propios psicoanalistas.

 

Braunstein: Y ya viste cosas sorprendentes como esa revista “Asturbar” (risas).

 

Manzanares: Sí, “Asturbar” que nunca la había escuchado. (Risas)

 

Braunstein: ¡Nadie, nadie sabe! Esa es una historia que nadie sabe porque los que sabemos de eso no hablamos: Aparicio está en Manzanillo, Derbez se volvió loco, Del Villar se murió y Emilio Cárdenas anda suelto por ahí y sabe la historia pero no se la cuenta a nadie porque él estaba fuera del psicoanálisis de modo que son historias que quedan diluidas hasta que los historiadores empiezan a escarbar en ellas.

 

 

 

 

Presencia del psicoanálisis argentino en México. Entrevista a Nestor A. Braunstein.

MARTIN MANZANARES

bottom of page