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CUADERNOS MELANIE KLEIN, NÚM. 10. MARZO 2018

MÚLTIPLES VÍAS HACIA EL PSICOANÁLISIS.

UNA EXPERIENCIA EN MONTERREY

EN LOS SETENTA

Entrevista a Rodolfo Álvarez del Castillo*

 

MARIANA REYNA

 

Licenciada y Maestra en Historia por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.  Tiene varios años trabajando en la línea de la historia del psicoanálisis en México. Actualmente cursa el doctorado en historia y es integrante del Seminario Interdisciplinario Tradiciones Modernas, que vincula el Instituto de Investigaciones Históricas con la Facultad de Filosofía de la  Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. E-mail: marianareyna@gmail.com

 

* Entrevista realizada el 17 de enero de 2018

Mariana.- En primer lugar quiero agradecer su disposición para conceder esta entrevista que seguramente será una fuente importante para todos los interesados en la historia del psicoanálisis en Monterrey y en el país.

 

¿Cuándo y cómo fue su primer encuentro con el psicoanálisis? Sobre el movimiento que tenía ya presencia en México desde la década de 1950 ¿qué nociones tenía?

 

Rodolfo.- Cursé la licenciatura en psicología en la Universidad Autónoma de Nuevo León en los años 1974 a 1979. En la planta de maestros en ese entonces había psicólogos, psiquiatras, médicos y algún sociólogo. Sólo había un psicoanalista, el doctor Teófilo de la Garza, que había iniciado su formación en la Asociación Psicoanalítica Mexicana pero había salido de ella durante su formación a raíz de uno de los múltiples conflictos que padeció esa institución. El doctor Teófilo de la Garza llegó a la facultad por recomendación de Santiago Ramírez, con quien el entonces director tenía una relación profesional. Entonces encontramos que por el lado del psicoanálisis –en ese entonces hablábamos más bien de corrientes dinámicas- se estudiaban autores de muy diverso origen teórico: de parte de los psiquiatras a la Psicología del yo norteamericana, de parte de los psicólogos diversas teorías de la personalidad con autores como Gerald Blum, Nicholas Dicaprio, Charles Brenner, Carl Rogers, etc.

 

La presencia de psicólogos argentinos (Carlos Santillán y Graciela Barbero) nos permitió en los primeros años de la formación un acercamiento a los textos de Freud de quien sólo conocíamos por lecturas de textos sobre teorías de la personalidad. Puedo decir que nuestro acercamiento al psicoanálisis tuvo dos vías principales: una inicial más institucionalizada en la facultad, en un proyecto de identidad profesional como psicólogos clínicos orientados al diagnóstico con el manejo de pruebas y algún conocimiento sobre psicoterapias de apoyo o de objetivo limitado. Y otra que llega de parte de los maestros argentinos con los que empezamos a leer a Freud directamente, que nos hacen entrar en contacto con las ideas de Pichon Rivière y los grupos operativos, con la antipsiquiatría. Y también con la gente del Círculo Psicoanalítico Mexicano de Armando Suárez, entre los que estaban Fernando M. González, Patricia Escalante, en ese entonces Néstor Braunstein, Diego García Reinoso y sobre todo Marie Langer. De todos estos últimos recibimos una influencia importante sobre un nuevo proyecto de identidad profesional basada predominantemente en el psicoanálisis. La combinación de estos elementos constituyó una experiencia que marcó todo mi desarrollo posterior. No había congreso o evento académico en que no estuvieran invitados los colegas del Círculo a la facultad. Sería interesante que se construyera la historia del papel de los miembros del Círculo de ese entonces a partir de sus actividades en el desarrollo del psicoanálisis en México. Incluso en algún momento se contó con una intervención institucional en la facultad a cargo de Jaime Winkler para tratar de resolver un conflicto institucional surgido en torno a la creación de la Maestría en psicología clínica en aquellos años referente a la presentación de dos propuestas de programa curricular para la misma.

 

En un plano más personal, cuando ingresé a la facultad de psicología, mi padre, de quien tomé el ejemplo de la afición por la lectura, me obsequió un libro sobre Freud, de una colección de divulgación que editaba por ese entonces la editorial Salvat. Recuerdo haber leído con placer ese libro en diversos momentos de mi formación. Si duda, el suyo, fue un gesto que jugó algún papel en mi desarrollo profesional posterior. También el hecho de haber recibido parte de una biblioteca de un pariente, hermano de mi padre, del D.F. fallecido años atrás que había realizado su formación profesional como criminólogo, en ella encontré ejemplares de la Revista de Psicoanálisis que editaba la Asociación Psicoanalítica Argentina de los años cuarenta, todos los ejemplares de la revista Criminalia publicados hasta mediados de los sesentas, algunos manuales de psiquiatría, la tesis de licenciatura de Santiago Ramírez acerca de un estudio vocacional basado en el test de Rorschach y algunos libros de Freud de editoriales chilenas y argentinas de los cuarentas. Podría decir que todos esos elementos coadyuvaron en mi posicionamiento en el campo del psicoanálisis. El conocimiento de los aspectos ya más particulares del movimiento psicoanalítico mexicano lo fui adquiriendo posteriormente.

 

¿Habían leído algún texto de Erich Fromm en la Facultad? ¿Se identificaban diferencias teóricas entre la postura frommiana y aquellas corrientes psicoanalíticas que se articulaban al interior de APM?

 

En Monterrey no había entonces y ahora tampoco, analistas de la línea de Fromm, salvo alguna lectura por curiosidad personal (Sociopsicoanálisis del campesino mexicano, El arte de amar, Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, etc.) no tuvimos mayor acercamiento a su pensamiento. No recuerdo que se haya leído alguno de sus textos en los cursos formales de la carrera. 

 

¿Fue frecuente la visita de Santiago Ramírez a la UANL? ¿Qué tipo de contacto establecieron con él? ¿Se leían sus trabajos?

 

Santiago Ramírez venía a la facultad una o dos veces por año, dictaba una conferencia, y realizaba alguna supervisión de caso. Leímos su libro El mexicano, psicología de sus motivaciones. Fue más una figura simbólica legitimante para los psicólogos de las primeras generaciones, que en un gesto de agradecimiento bautizaron la biblioteca con su nombre y él por su parte correspondió obsequiando las Obras Completas de Freud en la Standard Edition y la colección de la revista The Psychoanalytic Study of the Child. Un gesto que se podía interpretar como si con esos textos en la biblioteca se afirmara una identidad psicoanalítica en la parte clínica de la institución. Mi recuerdo de él es vago, tenía una voz grave y profunda y le gustaba usar expresiones coloquiales y maldiciones, de lo que decía en sus conferencias no recuerdo tal vez porque no entendía todavía de lo que hablaba. Su presencia en la facultad provocaba cierta conmoción, como si se tratara de una estrella de rock.

 

¿Qué se sabía en Monterrey del psicoanálisis de grupo y de los avatares de la Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo (AMPAG) y de la Asociación Mexicana de Psicoterapia Psicoanalítica (AMPP)?

 

Se sabía muy poco, al menos en los sectores universitarios de los psicólogos, en cambio en la facultad de medicina, había psiquiatras con formación psicoanalítica y algunos habían tenido alguna experiencia en la psicoterapia de grupo, incluso años después el doctor Hernán Solís fijaría su residencia en Monterrey y apuntalaría el trabajo de aquellos que se inclinaban hacia el trabajo del psicoanálisis de grupo y fundarían una asociación; la Sociedad de Análisis Grupal de Monterrey. Por parte de la facultad de psicología cuando se inaugura a finales de los setenas la maestría en psicología clínica y especialidad en psicoterapia psicoanalítica, se intenta brindar a los alumnos de la misma la posibilidad de realizar una experiencia como pacientes de psicoterapia de grupo, replicando la que en la maestría de la UNAM realizaba Marie Langer, el experimento en la de la facultad fracasó según el doctor Teófilo de la Garza, uno de sus impulsores, por lo persecutorio que resultaba para los integrantes que además eran compañeros de estudio, de trabajo y amigos de muchos años y debió de ser interrumpida. Marie Langer supervisaba esa experiencia. Otro dato interesante es que uno de nuestros maestros en los primeros semestres, el doctor Pedro Roiz Ceballos, psiquiatra y terapeuta de grupo, había realizado su entrenamiento como terapeuta de grupo en la Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo, él perteneció a la primera generación de su instituto. Lamentablemente falleció prematuramente por lo que no hubo posibilidad de que su formación en grupos fuera aprovechada por la institución. Mi primer curso de psicopatología lo cursé con él, con un enfoque totalmente psiquiátrico, el libro de texto fue la Psicopatología clínica de Frank Fish. En algún momento del curso, comentando los dos sobre lo que estábamos leyendo, me preguntó si conocía a Rascovsky y yo le pregunté que a cuál de los dos, ya que estaban Luis y Arnaldo y eso le causó gracia, que un estudiante de los primeros semestres tuviera esa información. La había obtenido de las revistas de la APA que me habían regalado de la biblioteca de mi tío. Tiempo después cuando leo sobre la experiencia del monasterio de Lemercier y el enfoque rascovskyano, el de Arnaldo Rascovsky de su libro El psiquismo fetal, que se utilizaba para interpretar, entendí de donde venía su interés y por qué me había preguntado sobre Rascovsky.

 

Respecto a la Asociación Mexicana de Psicoterapia Psicoanalítica no hubo ningún contacto con ellos.

 

Finalmente surgió un vínculo institucional entre la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Nuevo Léon (UANL) y Armando Suárez, uno de los fundadores del Círculo Psicoanalítico Mexicano (CPM) ¿Usted considera que puede hablarse de un programa de investigación que orientara las actividades al interior de esta asociación? ¿Qué peso tuvo la tendencia a vincular el psicoanálisis con el marxismo y con la política? ¿Y la etología?

 

El vínculo con Armando Suárez supongo que surgió a través de Teófilo de la Garza, hasta donde yo sé en el D.F. confluyen algunos de los miembros de entonces -Juan Diego Castillo, Fernando M. González, Patricia Escalante- con Teófilo en un seminario que coordinaba el doctor Santiago Ramírez, incluso supervisaban su práctica psicoanalítica con él. En la facultad se estaban dando cambios importantes en la correlación de fuerzas políticas en su interior, el director había renunciado a su cargo ante la posibilidad de una denuncia por malos manejos económicos, y en el vacío de poder había llegado un maestro perteneciente a las generaciones más jóvenes de psicólogos con interés por reordenar la escuela, en ese momento se da el contacto con la gente del Círculo y se acuerda organizar un evento en el participarían de manera importante. El evento se llamó Simposio sobre Psicología y Ciencia y contamos con la presencia de Marie Langer, Patricia Escalante, Diego García Reinoso, Néstor Braunstein y Fernando González, en ese momento, todos eran miembros del Círculo. Armando Suárez estaba incluido en el programa pero no pudo venir. Ese contacto inicial derivó en algunos proyectos de trabajo con Langer, Fernando González, Néstor y también Patricia que fueron invitados a la facultad con alguna regularidad. Después ya los contactos se continuaron pero no ya desde la facultad sino de parte de algunos egresados de manera privada, principalmente con la organización de seminarios. A nivel institucional también se estableció el compromiso de que en la medida de las posibilidades de la institución se daría apoyo a los compañeros sudamericanos que escapando de la represión de los gobiernos de sus países buscaran trabajo. Así recibimos con gusto a algunos colegas recomendados, Horacio Foladori fue uno con el que establecimos fuertes lazos de trabajo. Incluyendo el penoso incidente de que en una ocasión el director de la facultad en turno, un conductista, se negó de manera totalmente arbitraria a cubrir los honorarios devengados por Horacio después de una jornada de trabajo como una manera de ir cortando las actividades que como Consejo estudiantil realizábamos.

 

La politización resultante, tanto desde las luchas por defender del acoso del grupo político en el poder (El grupo médico) en la universidad que buscaba agregar a la facultad a sus aéreas de influencia política, como de las luchas al interior del campo psicoanalítico, en México también los médicos que buscaban ejercer un control y monopolio sobre el psicoanálisis y su práctica y los analistas sudamericanos en el exilio que denunciaban el papel cómplice con el sistema capitalista jugado por el apoliticismo promovido por las instituciones analíticas desde una supuesta neutralidad valorativa en el ejercicio del análisis. El libro Psicología: ideología y ciencia, con sus propuestas hacia el materialismo histórico, fueron elementos que marcaron a varias generaciones de estudiantes y también de maestros en aquellos años. Y luego vino nuestra participación en la militancia estudiantil en diversos grupos políticos de izquierda existentes, con sus diversas interpretaciones del marxismo.

 

La etología era una disciplina que formaba parte de los seminarios del Círculo de Caruso, en Austria estaba el fundador de la disciplina y ganador del premio Nobel de medicina Konrad Lorenz, supongo, sin estar seguro, que resultaba para Caruso y su grupo un capital científico de prestigio contar con ese seminario entre sus actividades, además de que la etología nos permite algún entendimiento de la dimensión biológico evolutiva del ser humano, conceptos como el de Fetalización, Neotenia, y algunos otros son interesantes. También nos sirvió un poco en nuestra crítica al conductismo. 

 

Respecto al Círculo no sabría decir sobre sus proyectos de investigación, ya que nuestra relación era más bien con miembros del Círculo que con el Círculo en sí.

 

A mediados de la década de 1970 estuvieron en su Facultad Marie Langer, Néstor Braunstein, Juan Carlos Plá, Diego García Reynoso entre otros analistas sudamericanos. Me gustaría saber si se conoció también el trabajo de Armando Bauleo, Hernan Kesselman, Miguel Matrajt, Ignacio Maldonado, Enrique Guinsberg y, en ese sentido, saber si influyó de algún modo entre ustedes, como estudiantes, el itinerario que había trazado Plataforma Argentina.

 

Si, Langer nos habló sobre la experiencia con Plataforma, con la Coordinadora de Trabajadores de Salud Mental de Argentina, del Centro de Docencia e Investigación. Gracias a ella supimos de ello y también a través de los libros Cuestionamos I y II. Bauleo nunca vino a la facultad, Kesselman creo que nunca ha estado en México, el doctor Matrajt si venía pero años después que estas experiencias iníciales, lo mismo que Enrique Guinsberg. De Langer y Plataforma al menos para mí se inicia el proyecto de devenir analista al margen de las instituciones formales, lo cual sin esas experiencias tal vez se hubiera tardado más en pensarse como una posibilidad real. El mensaje que recibíamos los estudiantes de licenciatura cuando inicia la facultad ya como escuela independiente de Filosofía y letras, era de parte de los psiquiatras: “Ustedes no pueden ser psicoterapeutas ni psicoanalistas, ambas son prácticas de la medicina, si acaso pueden ser auxiliares del proceso diagnóstico y alguna terapia de apoyo o de objetivos limitado pero bajo la supervisión de un psiquiatra o psicoanalista”. Y entonces con el discurso de Langer y los miembros del CPM esa postura se vino abajo totalmente, y se estuvo trabajando intensamente en incluir más contenido psicoanalítico en los cursos de la licenciatura. No porque pensáramos que se podía devenir analista en la licenciatura, sino porque pensábamos que el psicoanálisis era una teoría de lo psíquico necesaria en nuestra identidad profesional como psicólogos. Para mí es posible reconocer la influencia de Plataforma en esos años iniciales de la formación, incluso como estudiantes organizamos grupos de estudio de Psicoanálisis y marxismo donde estudiábamos la producción de los freudomarxistas europeos de la primera generación: Reich, Fenichel, Bernfeld, Vera Schdmit, etc., y de los argentinos ya mas althuserianos en donde estarían los analistas de Plataforma: Armando Bauleo, Hernán Kesselman, Diego García Reynoso, Marie Langer, Emilio Rodrigué, Gilou Roger, etc. 

 

¿Ustedes realizaron algún tipo de militancia política fuera de la Universidad?

 

Dentro y fuera, más bien empezamos dentro de la universidad, Fue a raíz del conflicto del director con problemas políticos con la rectoría y su renuncia que los psiquiatras buscaron hacerse del control de la facultad, en ese entonces uno de los grupos de poder al interior de la facultad estaba constituido por médicos, se le conocía como el grupo de “la bata blanca”. Fue ante la posibilidad de ver a ese grupo asumir el control de la facultad que los estudiantes empezamos a organizarnos políticamente y a politizarnos. El amplio espectro de la izquierda se vio representado entre los grupos estudiantiles de la escuela. Compañeros que se afiliaron al Partido Comunista Mexicano y que conformaron una célula del PCM con el nombre de Wilhelm Reich, al Partido Revolucionario de los Trabajadores de tendencia trotskista, al Frente Popular Tierra y Libertad que tendencia maoísta, cuyo líder en la facultad era el compañero Armando Zurita ya fallecido, etc. Constituíamos al interior de la facultad un frente común estudiantil en la práctica, aunque las críticas entre los diversos grupos era lo usual sobre todo fuera de la facultad. Mantuvimos un compromiso político con diversos grados el cual se fue diluyendo con los años al salir de la carrera. Hoy en día incluso para algunos resulta un pasado incómodo con cuyas ideas ya no se identifican, ya sea por estar ocupando algún cargo universitario o por trabajar para la iniciativa privada o por estar cercanos a algún partido político no precisamente de izquierda. Yo siempre fui un simpatizante de las políticas del Frente Popular Tierra y Libertad hasta antes de su conformación en partido político con registro, el Partido del Trabajo, hoy en día no me siento identificado con su accionar, muy parecido al de la izquierda en general, más ocupada en tareas de contienda y posiciones que giran en torno a lo electoral que al trabajo de organización política en los sindicatos, universidades y sectores populares muy descuidados actualmente.

 

Publicaron cinco números de la Revista Imago. ¿Podría contarnos acerca de los distintos periódicos que se impulsaron desde la universidad? (Emergente, ¡Basta!, Freudiano, Cuadernos de Salud Mental, Vanguardia)  ¿Cómo surgieron y con qué propósitos? ¿Qué alcances tuvo la distribución? ¿Qué fue lo que le llevó a usted a implicarse desde sus años de estudiante en el ámbito editorial?

 

Si bueno, déjame empezar por tu última pregunta, te mencionaba de algunas publicaciones que recibí al iniciar la licenciatura, entre ellas la que más me gustó entonces era la Revista de Psicoanálisis de la APA, encontrar en una sola publicación material tan diverso en pequeños ensayos fue una novedad para mí. Langer, Jones, Sterba, Ferenczi, Allendy, Rascovsky, Tallaferro, etc. Además secciones de reseñas de libros y artículos y noticias del movimiento psicoanalítico, que me fasciné por el trabajo de edición de la revista. La facultad editaba una revista de psicología pero era más ecléctica en sus contenidos y además tenía un formato que me parecía muy poco práctico, tamaño carta doblado sin lomo. Cuando surgió la posibilidad de hacer nuestra propia revista pues no dudé en entrarle al proyecto, además por tradición en los grupos políticos estudiantiles un órgano de difusión era obligatorio entonces ¿por qué no también en lo académico? Así surgió la idea de Imago, tomamos el nombre de la Imago que dirigían Rank y Sachs que era una revista de psicoanálisis y sus aplicaciones, dirigida por un analista no médico. Fue un buen proyecto, tuvo gran aceptación, contó con el apoyo de gente de primer nivel, Marie Langer fue una madrina de lujo, ¿Cómo alguien con su trayectoria, en ese momento de su vida, iba a dar un trabajo inédito para publicarlo en una revista realizada por estudiantes de psicología de una universidad de provincia en México?

 

Nuestros grupos estudiantiles centrados en diversas temáticas de trabajo también crearon sus propios periódicos, había un ambiente muy productivo y muy participativo en la facultad, al grado que los estudiantes participábamos en casi todos los aspectos de la vida de la escuela, incluso en un Consejo Técnico creado para trabajar sobre la creación de un nuevo plan de estudios, participábamos de manera paritaria con los maestros. También los diferentes periódicos eran efecto de las divisiones entre nosotros, algo así como la Revolución cultural China “Que se abran cien flores….” El más importante era sin duda Vanguardia, era el órgano oficial de consejo estudiantil y ahí participábamos todos, después vienen los de los distintos grupos, tanto académicos como políticos: Freudiano, Emergente, Cuadernos de Salud Mental, ¡Basta!, que eran la expresión de las diversas posturas e intereses de los grupos de estudiantes. Ese trabajo editorial nos permitía mantener un contacto más abierto con la base estudiantil.

 

Incluso recibieron una solicitud de suscripción a la revista Imago de parte de Igor A. Caruso ¿Conocían su obra? ¿Qué importancia tuvo durante su formación?

 

En efecto, un día llegó a la facultad la solicitud de suscripción de Igor Caruso, la revista nace en septiembre de 1977, la carta de Caruso llegó creo en enero de 1978, recuérdese que entonces no existía la internet así que el medio era el correo postal que era un servicio lento. ¡Imagínate el impacto que eso tuvo en nuestras juveniles cabezas! A Caruso se le leía al principio un poco igual que a Fromm, porque algunos títulos de sus libros atraen, sobre todo La separación de los amantes, que lleva no sé cuantas ediciones y se sigue reeditando, pero también el de Psicoanálisis, marxismo y utopía era un libro que leíamos entonces dentro de la serie de autores de la corriente freudomarxista, además estaba la gente del Círculo con una genealogía institucional que parte de Caruso en Austria, la dedicatoria de Caruso en este último libro dice “A Armando Suárez y Raúl Páramo y los amigos del Círculo Psicoanalítico Mexicano”. De los que hacían referencia a su obra en sus cursos estaba el doctor Raúl Páramo quien realizó algunos años de análisis con él, con quien tomamos un seminario de Técnica y que utilizaba un dispositivo técnico creado por Caruso: la técnica del protocolo. Esta consistía en pedirle al paciente que escribiera la sesión y la entregara al analista en la siguiente, en su seminario el doctor leyó alguno de estos protocolos para ilustrar aspectos de la transferencia desde el lado del escrito del paciente. Como alguien escribió alguna vez, Caruso es más una trayectoria ideológica que una posición al interior de las teorías psicoanalíticas. Aunque ahora con el tema de la eutanasia durante el nazismo su posición y su lugar histórico ha quedado muy cuestionado.

 

En su texto sobre el desarrollo de la psicología clínica en la década de 1970 habla de una tensión entre el gremio médico-psiquiátrico y los psicólogos que, durante ese período, buscaban configurar una identidad profesional, ¿qué puede decirnos acerca de la relación que establecieron los psicólogos con las instituciones que integraron el campo de la Salud Mental? ¿Cómo se integraron los psicólogos y psicoanalistas a este modelo de atención de las enfermedades mentales y qué posiciones sostuvieron frente a la psiquiatría oficialista?

 

En los años de construcción de la identidad profesional del psicólogo en la Universidad, se venía de una psicología muy próxima a la filosofía y la pedagogía, al menos en cuanto a los campos de aplicación, el psicólogo se dedicaba principalmente a la orientación vocacional con la aplicación de pruebas, a dar clases de psicología en las preparatorias, y a dar apoyo pedagógico. El campo propiamente terapéutico era monopolio de los médicos psiquiatras. Recuerdo en alguna ocasión haber acompañado a alguno de mis jóvenes maestros de la licenciatura a su primer consultorio a buscar unos libros y su actitud era una mezcla de vergüenza y orgullo, como si aquello fuera algo transgresivo. En aquellos años la práctica clínica durante los últimos semestres consistía en atender a uno o dos pacientes solamente, felizmente también la demanda de atención clínica era poca, no como ahora que ante la demanda tan grande se improvisan los terapeutas, los supervisores y se atiborra de pacientes a los estudiantes, lo que resulta en una banalización de la psicoterapia y la formación, hasta cierto punto se fue perdiendo el respeto por la clínica.

 

Pero volviendo a tu pregunta, al principio los psiquiatras no estaban dispuestos a perder el monopolio de la psicoterapia y del psicoanálisis, al menos en Monterrey los primeros analistas eran todos médicos psiquiatras, su área de acción era la unidad de psiquiatría del Hospital Universitario y la facultad de medicina, en psicología había cerca de 10 maestros que eran psiquiatras, hay que tomar en cuenta que la facultad era pequeña en población, las generaciones entraban cada año y la mía era de tres grupos con un promedio de treinta alumnos por grupo, los psiquiatras impartían las materias con contenido médico: Embriología y genética, Bioquímica, Anatomía, Neuroanatomía, Psicopatología, Endocrinología, Farmacología, etc. Además de los cursos de psicoterapia. Su presencia en la planta docente obedecía tal vez a una concesión política con el grupo médico por haberse instalado de manera ilegal la facultad en un edificio que había sido construido para otra escuela y que estaba ubicado en los terrenos en que se encontraban las carreras de la salud: medicina, enfermería, odontología y el Hospital Universitario, que además era el dueño legítimo del espacio. Esa amplia área del campus universitario estaba además distante físicamente del campus principal y se le conocía como el área médica. Otro dato interesante era que en las diversas ocasiones que la rectoría tuvo que nombrar un director interino, siempre nombró a algún médico para desempeñar su función, la confrontación con ellos se daba en todos los niveles, académico, político, de campo profesional. Incluso uno de ellos encabezó en una ocasión un movimiento para destituir a un director que estaba impulsando cambios democráticos importantes, como era el incluir a los estudiantes en las consultas y tomas de decisión de la escuela. En esa ocasión ese grupo de maestros realizó una toma de la dirección apoyados con porros que ejercieron violencia y eso nos permitió denunciarlos ante las autoridades universitarias consiguiendo que se les retirara de sus cargos docentes en la facultad, ese psiquiatra años después ocupó un cargo directivo en la filial de la API en Monterrey. En fin, se modificó el plan de estudios, se aligeró la carga de materias médicas, se incluyeron textos más psicoanalíticos y de manera directa y no lecturas de segunda mano como los libros de teorías de esto o de aquello, y la población estudiantil empezó a crecer de manera significativa, lo que motivó a buscar espacios en que se pudiera cumplir con las horas de la materia de práctica y se buscaran centros de asistencia como los diversos DIF, Tutelares juveniles, clínicas de salubridad, preparatorias, etc. las que también los reciben con gusto ya que es personal que labora sin honorarios y colaboran significativamente a paliar las largas listas de espera de atención que desborda a las instituciones. Hoy en día la presencia del psicólogo es cotidiana en la gran mayoría de los espacios de trabajo educativos, de salud, laboral, etc. Incluso la IPA, debido a una demanda en los EEUU de práctica monopólica, realizada por psicólogos, los dejó de excluir, y supongo que en parte por eso ya son aceptados en todos los países en que está presente. De parte de las universidades privadas crean incluso licenciaturas en psicología clínica y hasta de psicoanálisis.

 

En ese trabajo también reconoce el influjo que tuvo en la Facultad el libro Psicología, ideología y ciencia (1975) para hacer frente al ascenso del conductismo. ¿Cuáles de los textos contenidos en esa publicación les resultaron más significativos y por qué?

 

Difícilmente podemos no reconocer que el libro fue muy importante en la construcción de nuestras demandas formativas. Salvo los conductistas que estaban muy imbuidos de la epistemología positivista y el método experimental, lo que los hacía sentirse científicamente superiores al resto de las corrientes psicológicas, el abordaje epistemológico brillaba por su ausencia en el resto de las tendencias. Ese fue uno de los aportes más significativos del libro, además del abordaje del análisis de las ideologías y de las implicaciones sociopolíticas siempre presentes en toda práctica social a través de los encargos sociales y el riesgo de los reduccionismos tan presentes cuando omitimos en nuestros análisis la dimensión socio-histórica de los fenómenos psíquicos en que intervenimos, lo cual sigue siendo un aspecto muy descuidado en las licenciaturas y no por simple ignorancia creo yo, sino que forma parte del modelo de profesionista de la psicología que se produce hoy en día: acrítico, apolítico, dócil a las demandas institucionales, etc. Viene a cuento un comentario de Félix Guattari que realizó durante un congreso que realizamos en esos años: “Somos especialistas en chipotes y curamos chipotes, entonces cuando alguien viene y nos dice que su chipote se lo produjo alguien en la esquina que con un mazo está golpeando en la cabeza a los que pasan por ahí, le contestamos, ‘yo no sé nada, yo sólo curo chipotes’.”

 

En su momento el libro tuvo la fortuna de ser editado en el momento en que más se podía aprovechar por los estudiantes de psicología, además de que el prólogo fue escrito por Marie Langer, lo que le daba además un gran apoyo ideológico y político. Creo que hay aspectos del libro que convendría seguir trabajando en los cursos de psicología, ya que actualmente no se lee en la facultad, incluso no es raro preguntar a colegas egresados más recientemente y no conocen el libro. Tal vez los autores se hayan deslindado de las posturas presentadas en el libro, pero aún así me parece que seguimos encontrando elementos valiosos para problematizar la formación del psicólogo hoy en día.

 

Durante ese trayecto formativo ¿Hubo otros textos que les orientaran y ofrecieran herramientas conceptuales en el mismo sentido que Psicología: ideología y ciencia?

 

Que me acuerde en este momento, aunque no de psicología, mencionaría por ejemplo el de Bachelard, La formación del espíritu científico, de Bordieu El oficio de sociólogo, Canguilhelm Lo normal y lo patológico, Althusser Para leer el capital.

 

¿Cuál era su posición en ese entonces, todavía como estudiantes, respecto a la reformulación teórica de psicoanálisis que había hecho Jacques Lacan? ¿Y ahora?

 

Lacan todavía no aparecía en el horizonte mexicano del psicoanálisis, nuestra formación giró principalmente en la obra de Freud y de Klein, al menos nuestros maestros se habían formado en esas líneas, Lacan fue después un autor a ser leído en tanto no había en México discípulos de Lacan o discípulos de los discípulos de Lacan. Hacerse lacaniano entonces era un proceso realizado a partir de leer a Lacan, no de formarse con él o con sus discípulos. Recuerdo en algún momento un intento de formar un pequeño grupo de estudio para trabajar los Escritos organizado por algunos maestros en especial el doctor Manuel Contreras que había trabajado en el D.F. con Néstor Braunstein, en el grupo también estaban el doctor Iván Mendiola, Graciela Barbero, Antonio Arévalo y yo. Duró poco tiempo. Nuestra experiencia es que efectivamente el orden de los factores altera el producto, no causa el mismo efecto primero haber leído bien a Freud y después a Lacan o a cualquier otro que al revés. Hoy en día muchos lacanianos desconocen la obra de Freud, para ellos Freud es un antecesor solamente. El Lacan que nosotros conocimos un poco era el del Retorno a Freud. 

 

¿Volvieron a tener contacto en la década de 1980 con Néstor Braunstein, Marcelo Pasternac o algún otro psicoanalista que ya se hubiese decantado por el lacanismo?

 

Si, Marcelo Pasternac llegó a venir un poco a la facultad por 1979 u 80 a impartir un curso para los maestros de clínica acerca de un modelo de psicoterapia psicoanalítica construido a partir de la crítica de la psicoterapia focalizada de Fiorini, le llamaba Terapia de transición me parece. Tampoco duró mucho, la razón la desconozco. Braunstein fue invitado en varias ocasiones a impartir conferencias pero ya era un analista lacaniano. 

 

Los debates que propició la corriente de la antipsiquiatría tuvieron cierto impacto en nuestro país. Se celebraron dos encuentros de la Red de Alternativas a la Psiquiatría en Cuernavaca, en 1978 y en 1981. Usted participó en la organización del “Congreso Salud mental, locura y sociedad” en 1978 y ha enumerado algunas de las líneas principales de la discusión que allí tuvo lugar. ¿Cuáles de los autores inscritos en esta corriente llegaron a leerse en Monterrey? ¿Cómo trascendió ese impacto inicial de la antipsiquiatría entre los estudiantes de psicología interesados en el psicoanálisis, por ejemplo, en su concepción de la práctica clínica? ¿Y en el aspecto político?

 

En la carrera se tenían que cursar en los últimos cuatro semestres la asignatura de práctica, por lo general los primeros dos se realizaban en dos centros psiquiátricos de la ciudad, uno privado y otro público, así que podíamos conocer de primera mano toda la problemática institucional del manejo de la locura. Las condiciones materiales de existencia en el manicomio eran dantescas, tal y como las vemos en las películas de terror: pacientes sin ropa o con algo que en algún momento debió de ser una bata cuyo color se perdió con el uso, rasgada, sucia, extremadamente sucia. Rapados, sucios, llenos de costras, descalzos, babeantes con la mirada apagada y deambulando en patios de tierra, entre excrementos frescos y ya no. Celdas de aislamiento al final del patio, sin vidrios en las ventanas con puertas de rejas como una prisión, con una plancha de cemento a modo de cama y algunas sin cobertor y menos una almohada. Invierno o verano el cuadro era el mismo sin importar los 2 o 3 grados en invierno o los 38 o 40 en verano, Delirantes, incoherentes con una sola demanda, “¡sáqueme de aquí!” El hospital privado era, comparado con el público, un hotel de lujo. Relativamente limpio, el paciente podía vestir con sus propias ropas, había camas con sabanas y almohadas, un televisor en la sala de estar, dieta más o menos balanceada y alguna consulta con el psiquiatra de manera regular. Paradójicamente fue en ese lugar, el de mejor atención material, donde presencié la aplicación de electroshocks. La idea era que en esos dos semestres, los estudiantes aprendiéramos a realizar entrevistas y a realizar diagnósticos. Clínicamente el manicomio me dejó un entendimiento muy impresionante de la psicosis maniaco depresiva desde Freud y Karl Abraham. Pero bueno, el impacto con esa realidad nos llevó a buscar estudiar la historia de los manicomios y el hermoso libro de Foucault La historia de la locura en la época clásica, fue aleccionador. Basaglia, Laing, Cooper, Mofat, Guinsburg, Szasz, creo que no hubo texto que no fuera leído en el grupo de los que se interesaron por esta problemática, incluso editaron un periódico para difundir las ideas de la corriente anti psiquiátrica y denunciar las condiciones de vida en el manicomio. Se llegaron a publicar algunos dibujos y cartas que hacían los pacientes. Algunos compañeros de ese grupo fueron al encuentro de la Red a Cuernavaca y consiguieron hacer que algunos de los ponentes vinieran a Monterrey, así se pudo organizar el congreso sobre Salud Mental, locura y sociedad con la presencia de Félix Guattari, Franca Basaglia y Mony Elkaim, y se agregaron del Círculo, Armando Suárez y Fernando M. González.

 

¿Qué puede decirnos de la posición en torno al psicoanálisis que expresaron  ─en ese Congreso de 1978─ Armando Suárez y Fernando M. González? ¿Qué papel desempeñaron estos dos personajes en su formación?

 

Durante el evento la polémica que se presentó no fue sobre la psiquiatría y sus definiciones y prácticas represivas de la locura, el asunto se fue hacia la concepción de inconsciente que construía Guattari, en el que la dimensión política parecía infiltrarse sin alteraciones en él. Entusiasmado por la lucha de liberación del pueblo nicaragüense que alcanzaba su punto más alto en ese momento, encabezado por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, Guattari afirmaba que esa lucha estaba también en el inconsciente, resultando al final algo así como un registro de las condiciones sociopolíticas. Armando y Fernando cuestionaron el modelo de inconsciente que él proponía y de ahí se dio entonces la confrontación. ¿Se inscribe y cómo, la dimensión sociopolítica en el inconsciente? ¿Podemos hablar de un inconsciente social? Se está preparando para su publicación en el grupo independiente Planetaria la conferencia de Guattari, seguramente aparecerá este mismo año. También quisiera comentar que el libro de François Dosse; Gilles Deleuze y Félix Guattari. Biografía cruzada, me menciona como un psicoanalista organizador del evento en Monterrey, me gustaría aclarar que en ese entonces 1978, sólo era un estudiante de psicología y que participé en la organización propiamente del evento junto con todos mis compañeros del consejo estudiantil.

 

Con Suárez nunca pudimos tomar un seminario, conocíamos de su pensamiento por las pocas conferencias que dictó en Monterrey y por la lectura de sus publicaciones. A su muerte publicamos en coedición con el Círculo y Polisemias de Guadalajara, un número en homenaje de la revista Cuadernos del Área Clínica, en la que compilamos casi todos sus escritos, se agregaron trabajos de Octavio Chamizo, Juan Diego Castillo, Elena Azaola y yo. Con Fernando si tuvimos mucho trabajo, varios seminarios de Freud, de técnica, de grupos e instituciones. Fue un Maestro para muchos de nosotros en ese entonces, hasta que partió a París a cursar un doctorado, sus seminarios de Freud y psicopatología los cubrió por un tiempo David Ayala, también del Círculo..

 

David C. Flores señala que en 1979 se organizó también el ciclo “Psicología y Psicoanálisis”, que contó con la presencia de Octave y Maud Mannoni. ¿Cómo se logró que viajaran a Monterrey? ¿Qué temas se tocaron en ese encuentro?

 

Ese congreso lo organizó la Universidad de Monterrey, una institución de la iniciativa privada y una orden religiosa. No sabría decirte como se organizó, trabajaba ahí una psicóloga argentina, María Inés Pérez que seguramente fue quien realizó el contacto con los Mannoni. Además de los Mannoni, estuvieron el doctor Carlos Plá y Armando Suárez. Maud habló de Freud, los psicoanalistas y la psicosis, Octave habló del witz freudiano, Plá de la intertextualidad y el terror y Suárez sobre psicoanálisis y subdesarrollo. La UDEM publicó las memorias del congreso con todas las conferencias.

 

Usted escribió una tesis para obtener el título de psicólogo clínico sobre “El Psicoanálisis de grupo y el grupo operativo”. ¿Podría hablarnos de ese trabajo? ¿Quiénes fueron los maestros que les trasmitieron estas perspectivas de análisis grupal y cómo las aplicaron en esa etapa (en las décadas de 1970 y 1980)?

 

Si, con el tema de los grupos operativos tuvimos mucho trabajo, tanto en nuestras propias experiencias como participantes en grupos operativos de aprendizaje y de formación, Carlos Santillán, argentino de Tucumán que daba clases en la facultad fue uno de los que introdujeron el estudio y aplicación del grupo operativo además de Graciela Barbero, argentina de Córdoba que también daba clases en la escuela. Con Carlos tuvimos un curso de estudio de La interpretación de los sueños que fue excelente, toda una didáctica operativa. Después organizamos grupos operativos de estudio de Freud con estudiantes de la licenciatura, llegamos a tener bastantes grupos trabajando y Carlos nos supervisaba. Luego llegó Horacio Foladori, uruguayo de Montevideo, alumno de Bauleo y con él iniciamos una experiencia de Grupo de formación de manera privada, venía cada quince días y trabajábamos los fines de semana. Cuando llegó el momento de titularnos de la licenciatura surgió la idea de hacerlo con una tesis y pues el tema obligado era Grupos operativos, la realicé en conjunto con Francisco Mora Larch y elegimos un estudio comparativo entre el grupo operativo y la psicoterapia de grupo, nuestra asesora de tesis fue la Maestra Guadalupe Rodríguez.

 

David C. Flores señala en su libro “Porqué somos lo que somos” que tuvieron oportunidad de trasladar sus prácticas clínicas obligatorias a barrios y colonias marginales, con el fin de “hacer prevención y grupos operativos.” Me gustaría que nos contara más acerca de esas experiencias…

 

Como habíamos estado trabajando en la línea de un psicoanálisis comprometido, ese era el término de entonces, nos parecía lo más consecuente tratar de realizar nuestra práctica en un ámbito distinto a la consulta individual. Como algunos compañeros eran militantes del Frente Popular Tierra y Libertad que agrupaba una serie de colonias marginadas organizadas políticamente y pertenecientes al Frente, buscamos abrir algún tipo de dispensario psicológico en alguna de ellas, un poco siguiendo el modelo de Wilhelm Reich y la Sexpol, algo como un centro piloto, la colonia a la que fuimos y en la que tuvimos que presentarnos en la asamblea general para proponerles el proyecto, nos dijeron que como era una colonia con muchas parejas jóvenes había muchos niños pequeños y que lo que necesitaban más bien era una guardería y un jardín de niños. Y pues así empezamos, nos proporcionaron un local, conseguimos el mobiliario –desecho de escuelas de la universidad- y estudiantes de Educación de servicio social para impartir las clases y se abrió un jardín de niños. Se realizaron evaluaciones psicológicas a los niños y se atendía domiciliariamente cualquier demanda de asistencia psicológica, recuerdo el caso de un adolescente con un quiebre psicótico que canalizamos a una institución. El trabajo requería más tiempo del que disponíamos en la carga de horas de la materia que finalmente sufrió el destino de la mayoría de los proyectos estudiantiles, el abandono.

 

Tanto Flores como usted han mencionado que fue constante la asistencia de analistas que viajaban desde la ciudad de México a Monterrey para impartir conferencias y cursos. ¿Podría ampliar un poco y contarnos quiénes eran estos analistas? ¿Gestionaban ustedes apoyos dentro de la universidad para costear traslados y salarios? ¿Qué líneas de trabajo se implantaron como resultado de estas visitas?

 

Si, al principio la facultad los contrataba y eran actividades curriculares y extracurriculares, después ya nosotros nos hacíamos cargo de los costos para seguirlos trayendo estableciendo cuotas para asistir a los seminarios, Fernando González impartió seminarios de Freud, de Técnica psicoanalítica, de Grupos e instituciones, Horacio Foladori de Melanie Klein, de Grupos Operativos, un grupo de estudios del libro El Psicoanalismo de Robert Castel, Teófilo de la Garza de Técnica psicoanalítica, de Psicopatología, David Ayala de Freud, de Psicopatología, Raúl Páramo de Técnica psicoanalítica, Juan Diego Castillo sobre el método psicoanalítico, que me acuerde de momento.

 

¿En qué momento y cómo fue que usted y algunos de sus compañeros se integraron al CPM? ¿Qué requisitos era necesario cumplir?

 

El proceso de nuestro ingreso al CPM surgió de manera casual, en una ocasión en que estuvo acá Fernando González. 1997 o 1998, al final de la jornada de trabajo estábamos Manuel Muñiz, Guillermo Vanegas, David Flores y yo en el hotel en que se hospedaba despidiéndonos y entonces el nos pide una tarjeta para una recomendación, le entrego la mía y cuando la lee nos pregunta algo del siguiente tenor "¿Y hasta cuándo se van a nombrar psicoanalistas?", mi tarjeta me presentaba como psicoterapeuta. "¿Qué les falta para poder reconocerse, una institución?" Y nosotros no atinábamos a contestar. Entonces nos pregunta que si era eso podíamos integrarnos al CPM si nos interesaba, y por supuesto que la idea nos pareció muy atractiva, ya había algunos años trabajando con miembros del CPM nuestra formación por la libre y entonces fue que se inició el proceso de ingreso al Círculo, invitamos a Patricia Zavala y al doctor Teófilo de la Garza mandamos las solicitudes, los curriculums y fuimos aceptados como miembros activos, el doctor José Perrés con quien teníamos ya una relación de trabajo de seminarios ocupaba la presidencia en ese momento. Los requisitos eran haber estado en análisis con un psicoanalista reconocido, haber cursado los seminarios básicos en ese entonces, Freud, Técnica, Psicopatología, etc. y la recomendación de alguno de los miembros activos. Así surgió la filial regiomontana del Círculo, intentamos organizar un Instituto de formación y solo mantuvimos el trabajo para una generación, en realidad nunca pudimos engranar bien como Círculo había algunas diferencias en la forma de pensar la formación y el nivel de compromiso era muy dispar.

 

¿Tuvieron alguna relación con Raúl Páramo-Ortega y el “Grupo de Estudios Sigmund Freud” que fundó en Guadalajara?

 

Aquí si he de hablar en primera persona, ya qué quien estableció una relación con el doctor Páramo fui yo y durante mucho tiempo mantuvimos un contacto que se concretaba en el intercambio de información y publicaciones. Esto nació a partir de que lo trajimos a impartir un seminario de técnica, él sólo podía durante una semana santa así que trabajamos durante las vacaciones intensivamente. Para mí es uno de mis maestros más queridos. Tuvo el detalle de mencionar en sus publicaciones referentes a la historia del psicoanálisis en México nuestras pequeñas contribuciones y llegó incluso a autorizar que reprodujéramos alguno de sus trabajos en nuestras publicaciones. Yo distribuía acá la revista Cuadernos Psicoanalíticos del grupo de Estudios Sigmund Freud, lo mismo hacía con la revista Subjetividad y Cultura de Guinsberg, Matrajt y Campuzano, de la que después me incluyeron en el directorio como corresponsal en Monterrey. El GESF se disolvió y la revista de Matrajt pasó a ser una publicación en línea que se sigue editando a la fecha.

 

¿Y con algún otro grupo de psicólogos inclinados hacia el saber freudiano radicado en otro estado de la república?

 

No que yo hubiera sabido, había contactos con gente de Guadalajara, de Querétaro, de Cuernavaca, y del D.F. pero más a título personal.

 

¿Usted participó también, en 1980, en la coordinación del “Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis y contexto social” celebrado en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ)? ¿Había cambiado para entonces el panorama psicoanalítico en México? ¿De qué manera? ¿Qué debates destacaría de ese encuentro?

 

Si, ese Congreso fue importante por varias razones, primero porque el comité organizador estaba constituido por instituciones de diverso tenor, dos facultades de psicología de universidades públicas, la UANL y la UAQ, dos organizaciones privadas de psicoanalistas, el CPM del D.F. y el Grupo de Estudios Sigmund Freud de Guadalajara, y una revista de psicoanálisis, la IMAGO de Monterrey. El denominador común era cierta postura sobre el psicoanálisis crítico social por decirlo así. De ahí el título del Congreso: Psicoanálisis y contexto social. Segundo, el hecho de que la invitación a participar fue amplia y obtuvimos una respuesta que desbordó nuestras más optimistas expectativas, se presentaron muchos trabajos de los más variados orígenes institucionales y de posturas teóricas, freudianos, frommianos, kleinianos, lacanianos, etc. y de una gran variedad de campos de aplicación. Fue un emergente de un movimiento psicoanalítico nacional productivo y que por primera vez hacía un paréntesis de sus luchas descalificatorias crónicas para compartir un espacio común de difusión y discusión. En una entrevista de la radio de la universidad me preguntó el conductor: “¿que se destacaría del Congreso?”, a lo que yo contesté: “La vigencia del psicoanálisis y del pensamiento freudiano”.

 

En aquella época, ¿qué tipo de concepciones acerca de la cultura mexicana considera usted que predominaban entre los profesionales de los saberes psi? ¿Permanecía en el gremio el afán de reflexionar en torno al carácter nacional, que por cierto constituye toda una tradición en el ámbito intelectual de nuestro país?

 

Podría contestar respecto a nuestro entorno en Monterrey donde pasa un fenómeno particular, la geografía nos ubica muy alejados de las grandes ciudades del país, hay poca influencia cultural del centro y sur, el regiomontano se siente más cercano del vecino del norte y es propenso a copiar sus costumbres, acá opera muy marcadamente la línea mencionada por Santiago Ramírez del malinchismo. Basta darse una vuelta a los colegios privados donde los anuncios hasta de entrada y salida están en inglés. Salvo el doctor Hernán Solís que escribió un interesante estudio sobre Los mexicanos del norte, no conozco ninguna otra aportación sobre el tema.

 

¿Cómo nació su interés por abordar la historia del psicoanálisis?

 

Eso es algo que puedo ubicar claramente, fue escuchar a Marie Langer en su conferencia en el Simposio de Psicología y Ciencia en 1976 que me empezó a gustar el tema. Ahí, escuchándola pude entender la importancia del contexto histórico para reconocer el sentido de los eventos sociales y del movimiento psicoanalítico. De hecho, el trabajo que presenté en el Congreso de Psicoanálisis y contexto social junto con un querido compañero ya fallecido, Armando Zurita, fue sobre la historia del psicoanálisis en Monterrey. Lamento carecer de la formación requerida para trabajar la historia.

 

Usted ha destacado la importancia de las genealogías en el marco de la formación psicoanalítica ¿Quiénes fueron sus analistas? ¿En qué trama genealógica se ubica? ¿Qué corrientes psicoanalíticas orientan su práctica clínica?

 

Mi análisis personal lo realicé en el diván del doctor Teófilo de la Garza, en esos años el único analista en Monterrey que no pertenecía a la API y que estaba dispuesto a analizar a los psicólogos en un proyecto formativo de psicoanálisis. Él tuvo dos analistas, el doctor Avelino González en la APM quien realizó su formación analítica en la asociación Psicoanalítica Argentina y su análisis didáctico con Heinrich Racker, y la doctora Laura Achard de la Asociación Psicoanalítica Uruguaya, ya por la libre, de Laura sé que se analizó con Pichon Rivière en Buenos Aires y después en Montevideo con Willy Baranger. Como verás hay en mi genealogía analistas hasta cierto punto marginales de las instituciones oficiales o sea de la API. Mi formación teórica fue muy insistente en torno a la obra de Freud, y después Klein, Winnicott, y los analistas de las primeras generaciones, a los que un colega de Austria los caracterizó en el título de un libro como Peculiares, Soñadores, Sensitivos. Frase que tomó de una conferencia de Anna Freud en la que se queja de lo conservadores que resultaban los analistas durante los setentas, al menos en el ámbito dominado por la API.

 

Respecto a la fundación del Instituto de Formación Armando Suárez (IFAS) en Monterrey, vinculado al CPM ¿Usted estuvo involucrado en el proyecto? ¿Cómo fue el proceso? ¿Sigue funcionando hasta el día de hoy?

 

Si, fue uno de los proyectos que logramos concretar ya como miembros del Círculo, pero te decía que por diversas razones el nivel de compromiso entre nosotros no era homogéneo y poco a poco los compañeros se iban excusando de participar en las tareas del instituto, al final quedamos Manuel Muñiz y yo lo cual hacía muy complicado el poder continuar con el Instituto, por lo que este se cerró.

 

Para concluir: ¿Qué actividades se realizan actualmente en Monterrey –incluyendo las que usted coordina─   para difundir el psicoanálisis?

 

Actualmente el panorama es muy diferente al que había en los años setentas, existen dos instituciones afiliadas a la API, una asociación de grupos, algún grupo lacaniano, todas la universidades de la ciudad ofrecen carrera de psicología, incluso hay dos que la ofrecen de psicología clínica, en la UANL hay materias del plan curricular que tienen la palabra psicoanálisis en el nombre, ya no es lo psicoanalítico del enfoque sino ya de plano el psicoanálisis, los alumnos al referirse a ellas dicen “tengo clase de psicoanálisis” y a la psicoterapia la llaman también psicoanálisis, además empiezan su práctica clínica más temprano en la carrera, “atienden” muchos pacientes, se equipara la psicología clínica con la psicoterapia por lo que su formación se centra en la psicoterapia como herramienta del psicólogo clínico, el resultado es que los egresados inmediatamente instalan sus consultorios y el diván es un mueble que no falta. La maestría en Clínica Psicoanalítica, de dos años, parece que también va en esa misma línea. Hoy en día la clínica es general y ahí caben todos, no hay que hacer un entrenamiento especifico para trabajar con niños, o adolescentes, “El inconsciente es el mismo” argumentan (?) algunos. Sin embargo hay que reconocer que entre tanta banalización del psicoanálisis hay algunos grupos que trabajan más rigurosamente con él, de manera seria y profunda aunque son pocos, uno de ellos tiene relación con AMERPI de Esperanza Pérez. Por mi parte sostengo desde hace tiempo un espacio quincenal de estudio de la obra de Freud, otro de lectura de trabajos de los pioneros del psicoanálisis, superviso la práctica de colegas, mantengo sitios de internet sobre Etnopsicoanálisis, la historia del movimiento Plataforma, Igor Caruso, y la edición de la revista Cuadernos Melanie Klein.

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